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PASA LA VIDA

Juan Luis Pavón

El coladero y la eximente

EL estado de los poderes del Estado en Sevilla es el de una viña sin vallado. Policías roban la droga decomisada y preservada en la sede central de su departamento, y los jueces se olvidan de seguirle la pista procesal a un narcotraficante que se fuga con toda facilidad mientras tardan meses en darse cuenta de que tenían que prorrogarle la prisión provisional. Para hurgar más en la herida social de este cachondeo, ya sólo falta que anuncien una huelga de celo las bandas eslavas y organicen una semana de puertas abiertas los clanes que se atrincheran en los bloques de pisos de Las Vegas.

Desde que somos el ojo del huracán judicial español, la pérdida de papeles confirma a los ciudadanos que los delincuentes pueden librarse de su merecido castigo por el follón perpetuo que tienen trabado entre sí todos los juzgados a la hora de notificarse las sentencias y avisos sobre lo que debe hacerse con los encausados. Cuando el fatal despiste tiene que ver con la industria de la droga, la que tiene más recursos para sobornar o amedrentar, hay que extremar el celo en la investigación del fiasco judicial para cotejar si es negligencia o prevaricación.

El presidente de la Audiencia de Sevilla, Damián Álvarez, estima que "los jueces trabajan por encima de lo razonable y exigible". Y aporta datos comparativos con otros países europeos que no dejan lugar a dudas sobre el agravio, que ellos padecen y a todos nos perjudica. Anímese, señor presidente, y establezca una causa general de las dos Españas laborales frente a frente: la que no la dobla y la que está deslomada. Para hacer la instrucción, ya pueden llamar como testigos de cargo a los camioneros, a las mujeres con trabajo en la calle e hijos en casa, a los vendedores autónomos y a tantos españoles que se dejan la piel en el tajo y sufren a los que viven del cuento. A ninguno de aquéllos se le puede aplicar eximente si cometen en sus vidas una negligencia comparable a la de causar que un narco se vaya de rositas.

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