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José Aguilar

Los colegios y el sexo

HA anunciado el ministro de Educación, José Ignacio Wert, que cambiará la Ley Orgánica de Educación (LOE), vigente desde 2006. Nada nuevo. No recuerdo un solo ministro de este ramo que no haya intentado hacer tabla rasa de la herencia que le dejó su antecesor. Todos han creído descubrir el mediterráneo educativo y han pensado que el sistema de enseñanza había que construirlo desde cero.

Seguro que hay cosas en la educación española que están pidiendo a voces -a voces de fracaso y abandono- un cambio sustancial, y algunas las he comentado repetidas veces en esta columna. Pero este verano me ha sorprendido que Wert vaya a cambiar la LOE precisamente en el artículo en que se impone que en la admisión de alumnos en los colegios concertados no podrá haber "discriminación por razón de nacimiento, raza, sexo, religión, opinión o cualquier otra condición".

En España a nadie se le ha pasado por la cabeza abrir un centro de enseñanza en el que no se admitan negros, musulmanes o nacidos en La Rioja, por poner tres ejemplos de discriminaciones prohibidas por la ley. Pero sí existen colegios cuyos propietarios sólo admiten niños y colegios que sólo admiten niñas. Están en su derecho. Algunas concepciones pedagógicas defienden que la separación de los estudiantes por sexos es más fructífera para unos y otras en virtud de su distinta evolución mental y psicológica. En la mayoría de los casos, sin embargo, el rechazo a la coeducación tiene un origen netamente ideológico, relacionado con las convicciones de los empresarios educativos. Es simple de entender: creen que juntar en las mismas aulas a chicos y chicas favorece el pecado (el pecado que más les preocupa, quiero decir). Esto es más antiguo que los balcones de palo.

Considero que la coeducación es más natural que la separación, y que niños y niñas aprendiendo y conviviendo juntos se preparan mejor para una sociedad en la que hay hombres y mujeres, sin que sea previsible una modificación de esta realidad. Pero lo importante no es lo que yo considere, sino lo que ha considerado el Tribunal Supremo: que la libertad de enseñanza consagrada en la Constitución legitima la existencia de colegios que únicamente admitan a varones o a hembras, pero que la LOE convierte en ilegales las subvenciones que esos mismos colegios han recibido, o reciben, en numerosas comunidades autónomas merced a los conciertos que se suscriben. En resumen, que el dinero público no ha de servir para sostener una práctica discriminatoria. Quien quiera discriminar, que lo haga con su dinero, o con el de los padres cuyos hijos se benefician de la discriminación. Wert, sin embargo, no lo ve así.

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