PELIGRA la Liga y cuando estamos a cincuenta días de la fecha programada para que eche a andar, las previsiones son muy pesimistas. El caso del Levante es el polvo que puede traer los lodos del próximo 31 de agosto, pero es que el caso del club valenciano, que todavía no saldó la deuda con sus jugadores a pesar del compromiso que se estableció para que el equipo no dejase sin fiesta al Madrid en la jornada final, ha hecho metástasis y la AFE va a decir basta. Parece mentira que seamos campeones de Europa y que, sin embargo, nuestra Liga acoja casos como el del Levante y los que se han agarrado al clavo de la Ley Concursal.

La huelga del 31 de agosto próximo es mucho más que un fantasma revoloteando sobre la vertical de nuestra Liga. El sindicato de los futbolistas exige algo tan lógico como que los clubes morosos se pongan al día. También que se regule la aplicación de la Ley Concursal, ésa que pone a los futbolistas en la misma cola que a los proveedores y con los derechos tan capitidisminuidos como los de dichos acreedores. Un puñado de clubes se han acogido a esta fórmula y la AFE ha decidido, al fin, abandonar el amarillismo de los últimos tiempos para lanzar al aire un aviso de huelga que dejaría con el prestigio por los suelos al fútbol que acaba de conquistar el Viejo Continente.

Queda mucho verano por delante hasta el comienzo liguero, pero no sabe uno si eso es bueno o es malo. Bueno porque hay tiempo más que suficiente para el diálogo y el arreglo; malo porque raro es el día que un club de Segunda División no engrosa la lista de acogidos a la dichosa Ley Concursal. La Concursal es la ley que sustituyó a la de suspensión de pagos y en el fondo es lo mismo. El primer club en acogerse a ella fue Las Palmas y parece que funcionó, el Málaga sigue sufriéndola, Real Sociedad y Celta se han subido a ella y la AFE se teme que lo del Levante prolifere, por lo que mucho habrá de cambiar el panorama o la Liga no empieza el último día de agosto.