al punto

Juan Ojeda

Ni en concierto ni en armonía

HOY, lunes, es el primer día laborable en que los ayuntamientos abrirán sus puertas con los nuevos gestores en los despachos, y comenzará una época en el municipalismo andaluz marcada por un importante cambio político, sobre todo en las capitales y ciudades grandes y medias, en las que el PSOE ha sufrido una importante pérdida de poder, a favor del PP. Y todavía quedan pendientes las ocho diputaciones, de las que cinco estarán presididas por populares, con todo lo que ello supone de cambios internos y externos.

Así las cosas, los socialistas andaluces se enfrentan a una nueva época, marcada por la pérdida sustancial de poder político, una significativa disminución de lo que podríamos llamar recursos humanos, que le puede llevar a vivir conflictivas situaciones personales y que más pronto que tarde se refleja en escaramuzas partidistas. A esto hay que añadirle que también hoy comienza la campaña, no por oficiosa menos real, para las próximas generales y autonómicas, con unas previsiones mas bien pesimistas, a la vista de los resultados de las municipales. O sea, que el panorama es bastante sombrío, agravado por algunas crisis en las organizaciones provinciales, como la que ya se ha hecho pública en Almería, la que ha mostrado los primeros síntomas en Málaga, la que se prevé en Cádiz y las que se saben larvadas, pero ciertas, en varios sitios más. Y es que las derrotas, por muchos llamamientos a la unidad que se quieran hacer, abonan el terreno, no ya sólo para la exigencia de responsabilidades, sino para los ajustes de cuentas, esos que nadie se atreve a plantear cuando lo que imperan son las sonrisas de triunfo, pero estallan con fuerza cuando hay muecas de derrota.

Además, como los resultados han sido bastante peores de lo que se esperaba, dada la confianza que, en base a una simple mirada a la historia reciente, el PSOE tenía en su capacidad de movilizar el voto de la izquierda andaluza, se ha producido esa reacción de desconcierto, o falta de actuación armónica, que suele seguir a catástrofes inesperadas. Ese desconcierto es un lastre a la hora de actuar con la energía y eficacia necesarias, sobre todo cuando se tiene enfrente a un adversario crecido y subido, como los surfistas en Tarifa, a la ola del triunfo, y con ganas de que llegue la próxima oportunidad de volver a medir sus fuerzas en una contienda electoral que les permita acceder al Gobierno de España, casi con toda seguridad, y al de Andalucía, con muchas posibilidades. Y todo esto, además de desconcierto, produce nerviosismo y desazón. Y por inventar un palabro, quienes no están ni en concierto ni armonía, están desarmonizados.

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