la esquina

José Aguilar

Un congreso-besamanos

EL congreso que va a celebrar el Partido Popular el próximo fin de semana en Sevilla será aclamatorio y declamatorio. Servirá para aclamar a Rajoy, y celebrar la vuelta al poder, y para declamar el cambio presentido en la figura de Javier Arenas. A la mayor gloria de ambos, y poco más. No hagan caso de las ponencias, un trámite cuando ya se está en La Moncloa.

Para entender el significado del congreso no hay nada más adecuado que el contraste. En dos direcciones. En contraste con el anterior cónclave nacional del PP, Mariano Rajoy no será cuestionado, ni sentirá el menosprecio de Aznar ni Esperanza Aguirre amagará con oponerle una alternativa de la derecha más contundente y desacomplejada. Y en contraste con el que celebró el PSOE el primer fin de semana de este febrero, no se luchará a muerte por un liderazgo que, ahora sí, es indiscutido. Es la diferencia entre haber ganado unas elecciones con rotundidad y haberlas perdido con estruendo.

Esto no quiere decir que los delegados populares se vayan a librar de tensiones, intrigas y codazos. ¿Qué congreso político es imaginable sin conflictos de lealtades, alineamientos, traiciones y disputas por parcelas, y hasta parterres, del poder recobrado? Pero en el caso del PP todo se reduce a la lucha por la gestión orgánica de un partido cuyos dirigentes naturales están enfrascados en la administración de la cosa pública (Rajoy, Cospedal, Sáenz de Santamaría, Alonso...). Alguien se tiene que encargar, sí, del cortijo, aun en la consciencia de que el manijero estará siempre subordinado a los designios de la gobernación y de que su misión fundamental, y casi única, consistirá en justificar el amén de toda la militancia a las decisiones y planes de sus gobernantes.

Es lo normal en todos los partidos cuando gobiernan, y más aún en partidos presidencialistas en los que el máximo dirigente preside también el Gobierno y en partidos poco propicios al debate interno. Aquí no existe la dialéctica partido-institución que enriquece a veces la vida orgánica de la izquierda y a veces, quizás las mismas veces, causa quebraderos de cabeza, divisiones y tempestades. El congreso del PP se parecerá mucho a un besamanos permanente a Rajoy -por no llamarlo de modo más grosero- y de besamanos acompañado de bendición a Arenas. No sería extraño que parte de la cúspide acudiera a encomendarse a alguna virgen sevillana que procesiona bajo arco.

Hay, sin embargo, una incógnita congresual que no interesa nada a la gente y que intriga mucho a los informadores y opinantes: ¿qué será de Esteban González Pons? Es el único de los acompañantes habituales de Rajoy que no ha pillado nada en el Gobierno y sus alrededores. Algún papel tendrán que encomendarle en el PP.

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