la tribuna económica

Gumersindo Ruiz

La construcción de una crisis

POCO a poco se confirma que, con ser graves los problemas que están en el origen de la situación actual, la gestión pasada y presente de la crisis no hace sino dificultar su solución. En una conferencia a finales de la pasada semana el Ministro de Economía y Competitividad resumía la posición del Gobierno en torno a cuatro puntos clave. El primero, el empeño en reducir el déficit público como un fin en sí mismo; segundo, depreciar los activos inmobiliarios de los bancos y capitalizarlos fuertemente; tercero, centrar la recuperación económica en las exportaciones y la reducción de salarios; y cuarto, buscar el apoyo europeo para financiar la deuda pública y privada a tipos bajos, y confiar en que se despejen las dudas sobre el futuro de la Unión Europea.

Estos cuatro puntos tienen su lógica, pero la realidad los contradice. El objetivo del déficit es imposible de cumplir en una recesión en la que se pagan anualmente 30.000 millones de euros a los desempleados, han caído los ingresos públicos y hay que subir impuestos; la demanda y la inversión se deprimen, y cualquier brote de recuperación del crecimiento y el empleo se corta de raíz. Ésta es la opinión que prevalece en los mercados reales y financieros, frente a las buenas intenciones del Gobierno, y lleva a una percepción cada vez peor de nuestra economía. En segundo lugar, la depreciación brutal de los activos inmobiliarios pone en duda todavía más al sector financiero español, y no se da un mensaje de transparencia y confianza, sino de debilidad de nuestras entidades financieras. Éstas no tienen como otros bancos europeos en crisis pérdidas por especulación en derivados ni activos ficticios, sino inmuebles y suelo que están sobrevalorados, pero tienen un innegable valor futuro. Lo mismo ocurre con la capitalización, pues tratando de tener más capital que nadie, dificultamos el crédito y hacemos débiles a nuestras entidades financieras ante competidores de otros países con menores exigencias de capital. Igual que el Instituto de Crédito Oficial (ICO) ha quedado fuera de las obligaciones que se exigen al resto, se podía haber dejado que entidades sin accionistas privados fueran adaptando poco a poco el deterioro de sus activos inmobiliarios.

El sector exterior está equilibrado al aumentar las exportaciones y disminuir las importaciones, de manera que buena parte de esos 97.000 millones que se airean como huida de capital es la menor necesidad de financiación de nuestro déficit comercial. Por otra parte, el salario no es el elemento fundamental de la competitividad para nosotros, sino el euro, y la capacidad tecnológica de nuestras empresas. Por último, hay que hablar claro y fuerte en las instituciones europeas, donde está el origen de una política monetaria que en su día favoreció a Alemania y a nosotros nos creó una burbuja.

No hay otra salida que abordar directa y urgentemente los problemas de nuestras empresas, todos, en una tarea difícil y tediosa que exige volcar las administraciones públicas en la economía real, produciendo miles de iniciativas, de espirales positivas que generen la única confianza posible, que es el mantenimiento y creación de empleo.

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