Crónica personal

Pilar Cernuda

El crucifijo y la Biblia

NUEVA coincidencia entre PSOE y PP, en este caso cargada de razón. La propuesta de Izquierda Unida-Iniciativa per Catalunya para que no haya que jurar o prometer los cargos institucionales ante el crucifijo y la Biblia no se tiene en pie. Por muchas razones, pero la principal es porque siendo España, como es, un Estado no confesional, se entiende que en la mesa en la que los altos cargos juran o prometen sus cargos se encuentren esos dos símbolos junto a la Constitución. Nadie se ha molestado hasta ahora, nadie se ha sentido incómodo; los agnósticos tenían delante una Constitución que recoge las normas de obligado cumplimiento, y los que se sienten próximos o miembros de la Iglesia católica reafirmaban su compromiso ante sus principales símbolos.

No deja de ser curioso que hayan presentado esa iniciativa parlamentaria los representantes de un partido político que en más de una ocasión han ido más allá de lo que marca la Constitución, como no deja de ser curioso que la hayan presentado quienes nunca han tenido que jurar o prometer como altos cargos institucionales del Estado, pues su escaso respaldo en votos no les ha dado oportunidad de ocupar puestos de gobierno.

Pero hay un elemento más de reproche para Llamazares y Herrera: en este momento la mayoría de los españoles viven con auténtica zozobra todo lo concerniente a la crisis económica, las cifras del paro se disparan, decenas de empresas cierran todos los días, las hipotecas suben irremediablemente, empiezan a aparecer serios problemas de competitividad y se anuncian varias huelgas porque la subida disparatada e incontrolable del crudo coloca en una situación insostenible a los que viven del campo, el mar o el transporte. Con ese escenario, los representantes de Izquierda Unida no tienen mejor idea que exigir que se retire el crucifijo y la Biblia de la mesa en la que los gobernantes juran sus cargos.

Es evidente que Izquierda Unida va a la deriva. Hace mucho tiempo que va, pero en lugar de reconducir su trayectoria, sobre todo tras la debacle electoral, insiste en cuestiones anecdóticas mientras deja pasar las que importan a los ciudadanos. Y a sus votantes, donde se encuentran muchos de los españoles que más sufren en estas fechas la incertidumbre de una situación difícil en lo económico y que empiezan a sentir sobre sus cabezas la espada de Damocles del paro.

Nunca hasta ahora ningún alto cargo había expresado su rechazo a que el crucifijo y la Biblia se encontraran en la mesa ante la que juran o prometen lealtad a los principios que marca la Constitución y a las obligaciones de su cargo. La razón es sencilla: respetan unos símbolos que para los católicos suponen un mayor compromiso en el momento de la jura.

No está el panorama como para perder el tiempo en frivolidades. Se comprende el resultado electoral de Llamazares: no sólo se le han ido votos a Zapatero para impedir así el gobierno de Rajoy, también ha perdido los votos de los que están hartos de un partido que se recrea en lo superficial.

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