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Hoja de ruta

Ignacio Martínez

El cuento de la lechera

ARTUR Mas va madurando su plan. Estrategia compleja, pero hoja de ruta precisa: elecciones autonómicas catalanas, derecho a decidir, independencia. La crisis es un magnífico aliado para cualquier despropósito. Mas ha visto su oportunidad y ha dirigido el descontento social hacia España. La deuda acumulada de Cataluña, de más de 40.000 millones de euros, es culpa de España que roba su dinero a la industriosa Cataluña. Por eso los recortes en sanidad o educación son culpa de España, que se queda al año 16.409 millones de los catalanes.

El lunes en El País los economistas Ángel de la Fuente y Sevi Rodríguez Mora publicaron un estudio desmenuzando esos datos, en el que llegaban a la conclusión de que en el más favorable de los escenarios, los costes de la independencia de Cataluña serían sustancialmente mayores que los beneficios. Primero descontaban de la cifra del expolio 5.148 millones, al calcular la balanza fiscal por el método del flujo de beneficio: le adjudican a Cataluña su parte correspondiente de lo que cuestan las bases militares, las embajadas o la agencia tributaria. La nueva nación tendría que pagarse un servicio exterior que aunque estuviese en la tercera parte de los países donde está el español, el coste para cada ciudadano catalán se multiplicaría por dos. Igual pasaría con su agencia tributaria, que además no tendría la capacidad de la española de detectar cualquier fraude en el resto del territorio nacional. Y hay más. Habría una pérdida de economía de escala, que eleva los costes de los servicios en un 25%.

Tras el desmembramiento, se reduciría en un 5% la recaudación de la agencia tributaria y en un 1% la recaudación de la seguridad social. El PIB catalán bajaría un 9% por el efecto frontera, incluso en el mejor de los casos; o sea, separación amistosa y permanencia de Cataluña en la UE y el euro. Y eso sin contar con lo más probable, que se produzca un efecto rechazo al producto catalán en el resto de España, su mejor cliente.

Es indiscutible que lo que es culpa del resto de los españoles es el extraordinario superávit comercial catalán. Compramos mucho producto catalán. Y aquí sí que cada consumidor tiene la última palabra. Mientras que Mas acuna sus peticiones -pacto fiscal, derecho a decidir, secesión- cada hijo de vecino puede ir estudiando como puede sustituir a su proveedor catalán, ya sea de pizzas, de servicios financieros, de cava o de automóviles. Vayan pensando en la alternativa. Los empresarios catalanes ya han intentado sustituir a sus clientes y han llegado a la conclusión de que es una barbaridad la independencia, porque se los llevaría por delante. Lo han dicho Joan Rosell y Josep Piqué. No sabemos si Mas va de farol. Él tampoco debe saber si la alternativa a los proveedores catalanes va en serio. Así jugamos todos con las mismas cartas. Cada uno con su particular cuento de la lechera.

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