Un debate que ha servido muy poco a los ciudadanos

DE poco, por no decir de nada, ha servido el debate televisivo de la pasada noche del lunes. Más allá del espectáculo y el marketing político, de la banalidad de los comentarios sobre las corbatas y las camisas blancas, los telespectadores tuvieron que sufrir durante dos interminables horas y media un intercambio de argumentos archiconocidos que no tuvieron que ayudar mucho a decidir su voto a ese tercio de indecisos que dicen las encuestas que todavía existe en el censo. El debate, hay que reconocerlo, fue inútil para los ciudadanos, ya que no clarificó en absoluto la situación y dejó abierta la incógnita sobre cuáles serán los pactos que seguro se tendrán que fraguar cuando se abran las urnas y, una vez más, estemos ante un Parlamento sin una mayoría clara.

Gran parte de este fracaso se debió a la desafortunada actuación del candidato socialista, Pedro Sánchez, que de sobra fue el peor del debate. Su objetivo era visualizar que el PSOE seguía siendo el partido de referencia para la izquierda y el garante del cambio de Gobierno en España, pero fracasó y en ningún momento consiguió acorralar a Mariano Rajoy, cuyo hieratismo en este tipo de encuentros es de sobra conocido. A cambio, no paró de lamentarse y de reprochar a Pablo Iglesias su falta de apoyo en el más que discutible intento de investidura como presidente del Gobierno, un episodio que a los ciudadanos ya les suena muy lejano. En política, quien mira para atrás corre el riesgo de convertirse en estatua de sal. Claramente, perdió la oportunidad de pescar votos en una amplia audiencia de más de diez millones de telespectadores, la mayor de la historia de España en los debates televisados.

Rajoy estuvo correcto y salió del debate sin apenas despeinarse. Sus comentarios más acerados se los reservó, como es lógico, para Albert Rivera, con quien compite por una parcela del electorado de centroderecha. El líder de Ciudadanos, por su parte, supo jugar sus pocas cartas y erigirse como un líder centrista que reparte críticas tanto a derecha como izquierda. Finalmente, Pablo Iglesias volvió a dar pruebas de que se mueve bien en el terreno de la demagogia, prometiendo el paraíso a pensionistas, parados y profesionales con contratos precarios, pero sin explicar muy bien cómo y con qué dinero va a financiar esas coberturas sociales.

El debate, como decíamos, volvió a visualizar a un Rajoy imperturbable, un Sánchez impotente, un Rivera esforzado pero que no termina de romper y un Iglesias demagogo que no para de crecer en intención de voto y que es un auténtico peligro para el futuro de España. Muy poco para tanta expectación.

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