CUARENTA años después de la epopeya de Armstrong, Aldrin y Collins todo señala a la Luna. Periódicos, suplementos, libros. Yo mismo estoy leyendo Objetivo: La Luna, del periodista Dan Parry, una reconstrucción minuciosa editada por Planeta del viaje espacial del Apolo 11 en la que el lector tiene la aguda sensación de estar reviviendo con los astronautas los detalles de aquella extraordinaria aventura humana. Desde hace una semana observo el viejo satélite y lo veo de una manera muy distinta (más frío, menos sentimental) a como lo percibí, por ejemplo, después de leer El viento de la Luna, la emocionante novela de Antonio Muñoz Molina.

Todo señala a la Luna. Dice el falso proverbio oriental que cuando el sabio señala a la Luna el imbécil mira el dedo. Yo, en efecto, observo estos días atentamente la Luna pero también examino el dedo porque en el puño el sabio suele esconder las historias que no quiere que veamos mientras admiramos el cielo. Todos los proverbios suelen ser tramposos y éste lo es. Miro la Luna pero al mismo tiempo observo el dedo y compruebo cómo avanza por la extremidad la gangrena del caso Gürtel y cómo va necrosando los tejidos de todos los paniaguados y amigos de los novios (luna de miel) que se apuntaron a las orgías millonarias de Francisco Correa o aceptaron sus dádivas.