La ciudad y los días

Carlos Colón

ccolon@grupojoly.com

¿Por qué no dejas el telefonito?

Ni la vida ni la Semana Santa son espectáculos que deban ser grabados, sino realidades que deben ser experimentadas

Ayer hizo un mes que fue Navidad y sólo faltan 19 días para la Cuaresma. Vértigo del tiempo que se nos muere entre los brazos, cada vez más de prisa. ¿Es una sensación subjetiva que tiene que ver con la edad o una realidad objetiva propia de la modernidad líquida que hace iguales los días y de los medios que hacen omnipresentes las fiestas? Que desde octubre se anuncie la Navidad, durante las navidades se intensifique el ya de por sí intenso bullicio cofrade anual, antes de la Cuaresma ya huela a feria y haya agitación rociera mucho antes de que lleguen la Semana Santa y la Feria tal vez contribuya a borrar la sensación del lento fluir de las estaciones y la diferencia entre los tiempos ordinarios y los fuertes, la víspera y la fiesta.

Ya no se disfruta de ese íntimo tiempo de espera que Pedro Salinas llamó víspera del gozo. O se ha exagerado tanto lo de las vísperas -como si se hubiera convertido en realidad universal aquella publicidad que proclamaba en invierno que ya era primavera en unos grandes almacenes- que se llega a la fiesta agotado y harto. Cuando lo festivo desborda sus límites inundando lo cotidiano, lo extraordinario se convierte en ordinario en las dos acepciones de la palabra: algo común que sucede regularmente y algo vulgar o de poca estimación.

Es un signo o un mal de los tiempos la sustitución de la fiesta real por sus omnipresentes representaciones, caso de la Semana Santa, y de la comunicación interpersonal que exige la presencia física por las redes. Como ha escrito la psicóloga Patricia Ramírez: "De los amigos contados con los dedos de una mano se ha pasado en muy poco tiempo a tener cientos, a los que la mayoría de las veces nunca se ha dado un abrazo". Paradójicamente, con estas nuevas formas de comunicarse se aproxima lo lejano a la vez que se aleja o se hace irreal lo cercano. El fiscal del palio más hermoso de nuestra Semana Santa le dijo a una criatura que iba cangrejeando sin mirar el paso, sólo pendiente de grabarlo con su móvil: "¿Por qué no miras y te dejas de telefonito?". Tenía razón. El error de grabar en vez de contemplar da más importancia a conservar el momento que a vivirlo. Ninguna grabación puede sustituir la huella que deja en la memoria el momento intensamente vivido. Ni la vida ni la Semana Santa son espectáculos que deban ser grabados, sino realidades que deben ser experimentadas.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios