LLEGÓ el gran día del fútbol según Sevilla y lo hace como casi siempre, con las dos aficiones convencidas de que su equipo va a ganar. Convencimiento más de boca hacia fuera, que es una manera de espantar miedos, de venirse arriba artificiosamente y con la sensación de que cuanto se dice está cogido con alfileres. Derbi sevillano, uno más y en viernes, que en este día de la semana sólo contendieron en finales del Ciudad de Sevilla.

Presenta el Betis una mejor cuenta de resultados, pero eso nunca tuvo que ver a la hora del desarrollo de este partido único. Partido de duermevelas numerosas y de una noche de insomnio que ha sido ésta que acaba de pasar. Llega el Betis mostrándole la matrícula al rival, tal como ha sido en la mayor parte de esta Liga, pero eso no tiene por qué ser determinante. En fútbol, menos aún cuando de derbi se trata, no siempre gana quien llega mejor y eso lo sabe cualquier iniciado.

Por ejemplo, si nos paramos a mirar trayectorias hay que convenir en que el partido va a jugarse donde menos rendimiento obtienen ambos. La buena clasificación bética se basa, sobre todo, en su indiscutible potencial como visitante, mientras que el Sevilla tiene lo que tiene porque Nervión ha sido un fortín. Pero como ni el Sevilla va a jugar a favor de querencia ni el Betis ha de viajar este fin de semana, pues los pronósticos aún se empastelan más de lo habitual en un derbi.

Tiene este derbi el plus añadido del duelo que andan librando Rubén Castro y Negredo para el orgullo de ser pichichi nacional. La ventaja actual la ostenta el sevillista, convertido ya en jugador franquicia para el gol del Sevilla. Es un ingrediente más para un guiso que se auspicia ciertamente sabroso. Quiero insistir en que nos estalla en la cara un derbi que no sólo viene con la carga ancestral del cainismo sino con una mayor altura de miras que hará que Heliópolis reviente hoy.