AUNQUE en realidad sea un derbi más, nunca un derbi puede ser considerado como uno más entre los muchos que registra la historia. Todos cuentan con los mismos ingredientes en este tiempo avant match, pero cada uno llega con sus propias características. Y no es por la cuestión de si hay o no favorito, algo que tal como van las cosas debe recaer de forma indudable en el Sevilla, sino por pequeñas cuestiones que hacen que el derbi de turno llegue con su propia personalidad, con unas señas de identidad que le añaden atractivo y que le hacen diferenciarse de cuantos jalonan la historia del fútbol según Sevilla.

Y en éste de hoy, festividad, entre otros, de Santa Juliana, no queda otra que reparar en la cantidad de internacionales que esta noche van a estar sobre la hierba de Nervión. Desde los porteros a los punteros zurdos, un ramillete de internacionales lustran el partido de los partidos y eso es, posiblemente, el dato que mejor distingue a este derbi de otros. Internacionales blancos y rayados, en los dos rivales, más ciertas cuestiones que van desde la ilusionante arribada de Oliveira al carácter de un equipo que anda en semifinales de Copa gracias a su sentido de la responsabilidad y a un acendrado e indiscutible compromiso con el pabellón que defiende.

Es un derbi al que llega con más necesidad el Betis que ese Sevilla que tiene entre ceja y ceja la cita del 4 de marzo en Bilbao. Ocurre que no significa gran cosa de cara al pronóstico quién necesita más el triunfo. De hecho, suele ganar el que mejor trayectoria lleva y para eso sólo hay que mirar hacia atrás. Pero no se le puede quitar a este tiempo de vísperas la inquietud ni la incertidumbre. Aunque la objetividad mueva a darle al Sevilla la vitola de favorito, sólo hay que mirar la alineación del Betis para ver que no hay motivo alguno para que vaya de víctima. No recuerdo, pero ¿hubo alguna vez un derbi con tantos internacionales repartidos en ambas tropas?