La esquina

José Aguilar

jaguilar@grupojoly.com

El derribo de los mitos catalanes

Dos grandes mentiras están cayendo: que Cataluña será más rica fuera de España y que el mundo la reconocerá

Las mentiras sobre las que el independentismo catalán ha construido su nuevo momento histórico de gloria (con derrota, una vez más) caen al menor empujón, como fichas de dominó. Está cayendo la "brutal represión policial del Estado autoritario" el día de la farsa-referéndum, y ya han caído las que prometían una incorporación automática de la república catalana al ámbito europeo y el súbito enriquecimiento de una Cataluña al fin liberada de las ataduras de la España ladrona.

Eran mentiras trascendentales porque agregaban un plus de interés material y racionalidad al desvarío emocional de la secesión y, en esa medida, lo hacían atractivo para un amplio sector social adherido al separatismo más por la cartera que por la cabeza. Se han desmontado solas y antes de que sus consecuencias sean irreversibles.

A días vista de una declaración unilateral de independencia perfectamente teatral y prácticamente irrealizable y después de años de dar la matraca en medio mundo -¡qué gran labor la de Raúl Romeva!-, las posibilidades de que Cataluña se convierta en actor soberano de la escena internacional son éstas: cero patatero. Lo acaba de confirmar la Unión Europea en pleno. El conflicto, dicen, es un problema interno de España que ha de arreglarse dentro de la Constitución española. No cabe, pues, mediación alguna, ni cabe que una Cataluña pretendidamente independiente siga siendo miembro de la Europa unida. Tendría que ponerse en la cola. El ex presidente Artur Mas, gran culpable de lo que está pasando, tuvo un rapto de lucidez días atrás, cuando confesó que no sirve de nada que te declares independiente si los demás no te reconocen como tal.

Con respecto al mito de la prosperidad que sobrevendría a la mera proclamación de la independencia, su derrumbe ha sido raudo y contundente. La simple amenaza chantajista de irse de España ha tenido efectos estrepitosos: han huido de la Arcadia soñada por Puigdemont y Junqueras 1.185 empresas (y subiendo...), el turismo se retrae y caen un veinte por ciento las ventas de coches y en grandes superficies. El cumplimiento, siquiera formal, de la amenaza agravaría, con toda seguridad, estos males. Si pudieran, los fanáticos que pilotan el separatismo no llevarían a Cataluña a un paraíso para la mitad de la población que les ha seguido en su aventura, sino a la ruina para todos.

Menos mal que no pueden. De eso hablaremos mañana.

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