Desde mi córner

Luis Carlos Peris

El desastre no es obra de Del Nido

El presidente quizá fuese inoportuno, pero que el hombre no pudiese con el león fue culpa exclusiva del hombre

CUANDO las horas han ido pasando y las ideas van asentándose y aclarándose, lo de menos es aquella bravata de José María del Nido inoportunamente pronunciada en el sitio menos adecuado. Y es que si ya podía parecer un desastre estratégico, hacerlo en un congreso donde había periodistas de toda España fue más torpe aún. Pero no puede ser el agua que mueva el molino de la caída del Sevilla en San Mamés, que ya decíamos el día de autos que aunque San Mamés no juega, cuidado y aviso a navegantes porque aquello no iba a parecerse en nada a lo del sábado anterior, esa noche en que el Sevilla laminó al Athletic B.

Del Nido fue como es siempre, provocador y altanero, pero no se le puede hacer partícipe de la debacle de un equipo que se cayó por donde apenas suele resquebrajarse, por sus cimientos, por ese sistema defensivo que hace que Palop sea en estos momentos el candidato principal al Trofeo Zamora. Es más, pienso que Del Nido quiso emular a un gran estratega. Así como cuando fue a Génova se acordó de Martin Luther King con lo del sueño realizable, ahora quiso ir de Helenio Herrera y en vez de decir que ganaría sin bajarse del autobús, pues le dio por cambiar los roles que la Naturaleza adjudica y que sea el hombre quien se coma al león, no al revés.

Y el león, como tantas y tantas veces ocurrió según el gran libro de la selva, se comió al hombre. A pesar de que ese hombre posee, sin duda, un armamento que le hace ser más poderoso que el propio león. No se le puede achacar a José María el batacazo en el Bocho ante un equipo dirigido por un hombre que demostró que no hay peor cuña que la de la misma madera. Ese hombre, Joaquín Caparrós, sí que tuvo mucho que ver en la actitud de Athletic Club, en cómo se las apañó para echar al Sevilla del campo de un papirotazo. No tuvo culpa Del Nido del desastre y nadie podía esperar que en esta ocasión estuviese el hombre tan desmañado ante el león.

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