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Desde mi córner

Luis Carlos Peris

lcperis@diariodesevilla.es

El desplome del Sevilla roza el surrealismo

La triste imagen dada en casa del dentista sólo es la constatación de una deriva increíble

Cierto es que resulta habitual que las más altas torres caigan, incluso las espectacularmente altas, pero el desplome del Sevilla resulta inaudito. Seis partidos sin ganar y la percepción de que el equipo no está para nada tienen difícil explicación. Inquietante imagen la que dio el equipo en el Camp Nou a través de un primer tiempo desarbolado que daba pábulo al sonrojo si no fuese porque el Barcelona levantó luego el pie de la tabla.

La estantería se ha caído y la vajilla se hizo trizas en un abrir y cerrar de ojos, en poco más de un mes, sin que nadie sepa explicar a qué se debió. Jugadores que fueron determinantes y que han desaparecido de la escena, caso Vázquez, o que deambulan por el campo para ser el más adelantado cuando el equipo defiende y el más retrasado cuando ataca, léase el rol de Nasri, que ha pasado de héroe a villano, de encandilar al mundo a dar la impresión de ser hoy un futbolista de mentira.

Pero tampoco es cuestión de individualizar ni de hacerle sangre a nadie en particular, ya que es el bloque entero el que no funciona. Viendo lo que estamos viendo suena a broma sarcástica que se haya propalado urbi et orbi que este equipo podía pelear la Liga. Y es que la forma en que ha dilapidado la ventaja que le llevaba al que fue su rival directo lo descalifica de cara a algo importante a la par que impele al rezo de "Virgencita, Virgencita, que me quede como estoy".

Se trata ahora de conservar por lo civil o lo militar esa plaza que permite conservar la esperanza de volver a estar en la Champions. Cuando restan veinticuatro puntos por jugarse, un colchón de siete no estaría nada mal si no fuese por las sensaciones que emite el equipo. Ya sé que en casa del dentista se pasa mal, todos lo pasamos mal, pero es que tampoco de local y ante rivales muy inferiores está dando la talla. Se trata de agarrarse al cuarto vagón, ni más ni menos.

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