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editorial

El deterioro de las instituciones

EL Partido Popular y los nacionalistas de CiU vetaron ayer en la Mesa del Congreso de los Diputados la comparecencia de Carlos Dívar, presidente del Tribunal Supremo y del Consejo General del Poder Judicial, que había sido solicitada por PSOE e IU. Lo hicieron con el argumento de que el poder legislativo no tiene entre sus competencias la de controlar las cuentas del poder judicial, a pesar de los precedentes que existen al respecto, algunos realizados a petición del PP y sobre los que el Tribunal Constitucional dictó doctrina plenamente aplicable. La lógica apunta también a la pertinencia de la solicitud de la oposición de izquierdas. El presidente del Poder Judicial, una de las máximas autoridades de la nación, se encuentra en entredicho ante la difusión de datos sobre su utilización de medios materiales y humanos del Consejo, es decir, fondos públicos, para actividades de carácter privado. Básicamente, viajes a Marbella en los que no ha delimitado con nitidez los gastos protocolarios que le corresponden y los que ha realizado en ocasiones por asueto personal. Es cierto que la Fiscalía, ante la que Dívar fue denunciado por otro consejero, no encontró motivos de inculpación penal en los hechos, archivando la demanda. Pero los fines de semana artificialmente prolongados y cargados, en parte, al erario público merecen un reproche ético y estético en el contexto de una sociedad en grave crisis y ante unos ciudadanos a los que se están imponiendo severos sacrificios. La mejor prueba de ello es la decisión del propio presidente del Supremo y del Consejo General del Poder Judicial de aumentar la transparencia de estos órganos y revisar el acuerdo al que llegaron los miembros del Consejo para no tener que dar explicaciones de sus gastos de representación. Si hay un órgano ante el que todos los demás deben responder por sus actos y sus presupuestos ése es el Congreso de los Diputados, depositario de la soberanía nacional. No hacerlo sólo ayuda a deslegitimar a las instituciones democráticas, que no se hallan precisamente en su mejor momento de prestigio y popularidad.

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