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La tribuna económica

Gumersindo / Ruiz

El dilema del crédito

EN los últimos días se han producido declaraciones, al más alto nivel político nacional, y también en nuestra autonomía, expresando un malestar por lo que se considera falta de financiación a familias y empresas. Los gobernantes consideran que tras el esfuerzo realizado para proporcionar liquidez por el Banco Central Europeo, las acciones del gobierno comprando activos y avalando emisiones de entidades financieras, y las diversas medidas favoreciendo el acceso al crédito, ya es el momento en que éste despegue. Además, la fuerte rebaja del tipo de interés hace también más llevadero el pago de la deuda, especialmente las hipotecas, y permite a las entidades financiarse a costes más bajos, manteniendo un margen entre la inversión crediticia y ese coste.

Al incesante flujo de medidas con que las Administraciones Públicas (con la excepción de las locales), tratan de revitalizar la economía, se suma como aspecto más destacado la actuación del Instituto de Crédito Oficial (ICO), con cuatro líneas de casi 11.000 millones de euros, el 40% de los cuales podrá destinarse a financiar circulante de pymes. Es una línea propia, ampliable, en colaboración al 50% con entidades financieras.

Hay una explicación a la falta de créditos, no muy habitual, y es la duda que despierta a una entidad financiera el comportamiento de las demás. La consecuencia es que no se presta a una empresa, a un sector, porque no se sabe si los otros prestarán, ya que nadie quiere ir en solitario. De aquí la importancia y el papel relevante del ICO, proporcionando una referencia y motivando la concesión de créditos. Es éste un tema que puede explorarse, tanto en la recuperación del propósito original del Fondo de Adquisición de Activos Financieros de estimular nuevos créditos, cosa que no se está cumpliendo, como en la reestructuración de préstamos a largo plazo.

Con ser esto cierto, también es verdad que venimos de una situación de excesivo endeudamiento que ha durado diez años; con el breve paréntesis de 2001 y 2002 los préstamos a vivienda y al consumo han crecido a tasa anual del 10% y 6% en la Unión Europea y casi el doble en España. Aún hoy la deuda hipotecaria sigue aumentando en España más de un 5% anual. Ninguna magnitud económica puede crecer de forma sostenida a estas tasas.

Al problema de empresas y familias fuertemente endeudadas se añade un exceso de producción, de oferta de bienes y servicios, cuya única solución es bajar precios y reducir capacidad productiva. Esto es evidente en el sector del automóvil, la vivienda en algunas zonas, y la información y telecomunicaciones, entre otros sectores. Carece de sentido endeudarse, por muy bajo que sea el interés, para adquirir un bien duradero cuyo precio se espera que baje, o invertir cuando no hay expectativas de crecimiento de la demanda.

La impaciencia de los gestores políticos es comprensible, pero durante muchos años hemos permitido que la economía siguiera un ritmo insostenible, y ahora todos los actores económicos tienen sus razones de las que se derivan comportamientos que pueden resultar ineficientes. Recuperar la confianza, y que cada uno juegue adecuadamente su papel, requiere un ejercicio muy fino de política económica.

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