PERDONE, pero no es que uno tenga vocación de Santo Tomás y haya de meter los dedos en la herida para confirmar su existencia, pero conociendo como conozco a Lopera hay que ir con tiento para dar por hecho algo. En un tiempo en que los contratos no se respetan, echar las campanas al vuelo cuando no se ha signado firma alguna bajo un documento cualquiera me parece adelantar acontecimientos. Y mosquea que se haya llegado a decir que todo se cerró con un abrazo, como si en estos tiempos fuese suficiente un abrazo o, más claro aún, como si en cualquier tiempo hubiese bastado el abrazo para cerrar un negocio con Lopera.

Puede ser que todo esté encarrilándose hacia un final de esta pesadilla que vive el Betis y que ojalá culmine y no tenga continuidad. En estos días negros de una crisis que no ha hecho más que asomar se está acuñando un eslogan tremendo, el de "lo peor está por llegar". Sería bueno que no se diese en ninguna faceta en general y tampoco en el Betis en particular, muy bueno. Sería estupendo que el fin de Lopera en Heliópolis tocase a su fin, sobre todo por la manifiesta incapacidad que muestra para desatascar al Betis y sus circunstancias, pero no sé, me da que eso de que se va tiene poca rigurosidad. Que se irá puede ser, pero que llegó ya el momento, no sé...

Conozco bien a Lopera y desconozco estupendamente a Luis Castel. Me han hablado de él, conozco a algunos miembros de su entorno más allegado, no sé si es verdaderamente bético y, por ende, tampoco puedo prever cuáles son sus intenciones, por lo que no estoy en condiciones de analizar un futuro que será hijo de un padre tan poco recomendable como el convulso presente que vive el Betis, todavía Real Betis Balompié. Se habla de 50 ó 60 millones de euros y por ahí sí me empieza a cuadrar que Lopera venda. Y es que si por dinero baila el perro, por esa cantidad que multiplica como multiplica lo gastado, Lopera es capaz de llevarse bailando toda una vida.