la esquina

José Aguilar

El dinero tiene miedo

LA desconfianza entre las personas destroza amistades, pulveriza empresas comunes y dificulta las relaciones humanas hasta volvernos huraños y solitarios. Cuando afecta a la economía, en la que todos somos a la vez agentes activos y pasivos, la desconfianza puede ser letal.

Entre las mil cosas que hemos aprendido en este curso del PPO acelerado, y a la fuerza, que estamos estudiando sobre economía destaca una: la prima de riesgo -ese sobresalto continuo- es el más relevante indicador de la desconfianza hacia España. Refleja de modo estricto hasta dónde confían en nosotros los inversores extranjeros. Mientras más sube más tenemos que pagar en intereses para refinanciar las deudas que tenemos después de haber crecido a crédito en toda la etapa de la burbuja inmobiliaria y demás euforias tristemente pasajeras.

Otros indicadores de la desconfianza nos atenazan de forma galopante. Según los datos ofrecidos ayer por el Banco de España, la salida de capital financiero de la economía nacional (antes le decíamos fuga de capitales, sin eufemismos) batió todos los récords en marzo pasado. Entre lo que retiraron los inversores extranjeros y lo que colocaron en el exterior los propios inversores españoles, en depósitos y préstamos, salieron del circuito ese mes 66.200 millones de euros. Es una cantidad respetable: casi el doble que en diciembre, cuando ya se alcanzó el máximo histórico, rebasado tres meses más tarde. Nunca se había fugado tanto dinero de España desde que se inició la serie estadística, en 1990.

¿Qué quiere decir esto? Que si tradicionalmente se asegura que el dinero se mueve con cobardía, hoy se puede afirmar que el dinero huye despavorido (entre paréntesis: si los que lo poseen sienten miedo, ¿cómo estarán los que no lo tienen?). El capital y el capitalito cogen las de Villadiego porque la economía va muy mal, porque no se vislumbra ni en la más remota lontananza cuándo empezará a ir bien, porque cada mala noticia es seguida de otra peor, porque la Bolsa cae sin parar, porque ya se habla con normalidad de la intervención y no extraña que se hable del corralito, porque muchos pequeños ahorradores se han visto defraudados por las acciones preferentes de los bancos y porque los escándalos financieros son tan seguidos y tan aparatosos que los accionistas y depositantes temen por la suerte de sus acciones y depósitos.

Lo peor de esta situación es la amenaza de la profecía autocumplida. Si a la desconfianza exterior se añade la desconfianza interna estamos perdidos. Todo capital que se fuga porque no confía en crecer, y ni siquiera en mantenerse, incita a fugarse a otros. Así no habrá manera de que crezca ninguno. Un desastre.

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