TIENE razón el delegado de Tráfico, Fran Fernández, cuando indica que hay horas de actividad laboral y comercial en las que los parkings tienen baja ocupación, refutando las quejas de que faltan lugares donde aparcar para gestiones o compras. Tan real como la vida misma de anteayer a media mañana en la calle Sinaí, a la vera de Nervión. Sabía que por esa zona sería muy complicado aparcar a las 11:30. Así fue. Pero vi una señal de parking que no me esperaba, y allá que cogí la rampa hacia abajo.

La sorpresa fue grande porque, pese a ser amplio y luminoso, estaba casi vacío. Con el mío, eran 14 los coches estacionados. La capacidad es para 99 vehículos. Está muy cerca del Mediamarkt y de Luis Montoto. Era un jueves de septiembre y parecía el parking de un domingo por la mañana.

Cuando salí a la superficie, la curiosidad me llevó a otear las calles adyacentes. Sólo en el tramo de Baltasar Gracián al lado del aparcamiento, entre Sinaí y Kansas City, conté 15 coches en doble fila. Ninguno con luces de estacionamiento provisional encendidas. Para qué seguir sumando.

El tiempo que necesité para mi gestión y salir del parking me supuso pagar 45 céntimos. Seguro que todos los ciudadanos que tenían su coche en doble fila por esa zona, ralentizando el tráfico del conductor responsable y estorbando a los que estaban bien aparcados, pueden permitirse pagar 45, 90 ó 135 céntimos. Pero no les da la gana por la tradicional aversión a utilizar un parking de pago. Prefieren la emoción de convertirse en okupas consentidos de la vía pública. Gratis cueste lo que cueste... a los demás.

El Ayuntamiento no puede limitarse a exhibir las estadísticas de esta paradoja: parking a solas / doble fila llena. Suya es la responsabilidad de vaciar la doble fila para educar por la fuerza de la razón, llegando hasta el final en la ejecución de las multas. Sólo así se correrá la voz de que 45 céntimos por aparcar es bueno y barato.