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Carlos Navarro / Antolín

¿Dónde duerme el presidente?

Rajoy pernocta en el mismo hotel donde Gadafi recibió a Aznar en el año 2007

Vuelva al siglo XVIII y sienta la galantería de su época. Eso dice el reclamo publicitario del lugar escogido por el presidente Rajoy para pernoctar en Sevilla los días de congreso y rosas. Rajoy duerme en Alcalá de Guadaíra, la localidad donde Zapatero cenó hace un par de semanas invitado por el alcalde Antonio Gutiérrez Limones. Rajoy ha escogido el hotel Hacienda la Boticaria, alejado de los pedigüeños de prebendas y de la monótona música de la unanimidad de Fibes. Alcalá tiene algo que los atrae. En la tierra de los panes tuvo el zapaterismo uno de sus firmes puntales cuando nació en aquel congreso de 2000. Por eso el ex presidente leonés quiso hacer footing el otro día por la ribera del Guadaíra y cenar después con su fiel apóstol, el mismo que retiene para el PSOE una de las pocas alcaldías fuertes que le quedan al partido en Andalucía junto a Dos Hermanas.

Rajoy duerme en Alcalá. En el mismo hotel donde también se instaló el desgraciado de Gadafi en 2007. Pero Rajoy no ha montado ninguna jaima, que se sepa. En la Boticaria hay de todo, que para eso tiene cinco estrellas: cortijos, jardines, naranjos, caballos, helipuerto privado y hasta un spa de mármoles negros. Pero Gadafi se trajo una jaima propia de colores oscuros, la montó en los jardines situados al borde de la piscina e invitó a cenar en ella a José María Aznar. ¿Recuerdan? El presidente libio sacrificó un cordero que luego se jamó en compañía del ex presidente español. Corderito para dos. A aquella cena también estaba invitado Felipe González, pero no pudo asistir porque esos días estaba en Colombia.

Rajoy está en la Boticaria. Y dicen que María Dolores de Cospedal también. Cuentan que la Boticaria es el hotel idóneo por motivos de seguridad, ya que es un complejo que se encuentra situado fuera del casco urbano de Alcalá, en el kilómetro 2 de la carretera que une este municipio con Utrera, a unos diez kilómetros de la capital. La mayoría de los cargos principales del PP nacional están en el Meliá Sevilla, muy próximo a la Plaza de España. Y Esperanza Aguirre, la presidenta madrileña, ha preferido la funcionalidad de un NH del centro de la ciudad. Más humilde y barato, donde seguro que no hay galantería del siglo XVIII, sino noches de talonario bancohotel del que se anunciaba machaconamente en los carruseles deportivos.

Quien no necesita hotel porque juega en casa es el presidente de la Federación Española de Municipios y Provincias (FEMP), al que le largaron el sobre donde estaban los papeles de la única candidatura presentada para gobernar el partido. Obviamente, la de Mariano Rajoy. A Zoido sólo le faltó lacrar el sobre para asegurar la privacidad de los nombres elegidos para la Ejecutiva. Y le asignó la custodia del documento a su inseparable Alberto Díaz, jefe de gabinete. Los periodistas de Madrid le preguntaron a Díaz por los pasillos si por la tarde tendrían que contar tres veces los votos como en el congreso socialista. "Aquí eso no hace falta".

Acabado su discurso, un hierático Aznar se dio un paseo por los puestos del congreso donde se venden libros de la biografía de Rajoy. Arenas se marchó con sus familiares doliéndose de una pierna. Y los cientos de compromisarios hacían colas en los taxis y en la parada de la línea 27, cuyos autobuses pasaban una y otra vez sin siquiera abrir las puertas. Todos atestados. Hubo hasta quienes tuvieron que coger dos autobuses de líneas distintas y dar un paseo a pie para alcanzar la zona centro.

Los patrulleros de la Policía Local se han dejado ver muchísimo por los alrededores del palacio. Como ocurrió con el congreso del PSOE, donde la presencia de los agentes molestó a varios cargos municipales socialistas que criticaron la medida.

Cae la tarde. Hay una cola en la parada de Tussam de la Plaza de la Campana. Entre la muchedumbre, solitario y pensativo, está el alcalde de Burgos y ex ministro de Trabajo, Juan Carlos Aparicio, que tiene cara de procesión petrina de Miércoles Santo. Aparicio fue el ministro que sucedió en el cargo al andaluz Pimentel, que dimitió un sábado por la tarde sin comunicárselo a Aznar. Dicen que Aparicio se presentó en el Ministerio para instalarse cuando Pimentel aún no se había ni despedido de sus colaboradores. Tenía prisas. Ayer no. Ayer podía permitirse el lujo de esperar el autobús municipal.

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