LA asamblea celebrada el pasado jueves, cuatro días después de las elecciones generales y autonómicas, por la Confederación de Empresarios de Andalucía (CEA) puso sobre el tapete cuestiones de trascendencia para el futuro de las organizaciones empresariales, al tiempo que se llamaba la atención de los futuros gobiernos de España y de Andalucía, ambos una vez más en manos del Partido Socialista, sobre la necesidad de acometer reformas estructurales que sirvan para hacer frente a la delicada situación económica que de alguna forma ya padecemos y de la que se aventura una evolución a peor en los tiempos más próximos. El papel que deben jugar los empresarios y sus organizaciones representativas en el futuro fue uno de los temas abordados en profundidad por el presidente de los empresarios andaluces, Santiago Herrero, que aprovechó la asamblea para dar un fuerte aldabonazo sobre la deriva emprendida por la CEOE desde que Gerardo Díaz Ferrán se hizo cargo de la presidencia. Díaz Ferrán pretende cambiar el modelo imperante desde la transición y convertir la organización en un club de grandes empresas para actuar como lobby ante el poder político. Desde Andalucía, Herrero apuesta por unas organizaciones capaces de dar respuesta a las aspiraciones de todos los empresarios, grandes y pequeños, y de defender sus intereses en todos los ámbitos. Está claro que tras la decisión de Herrero de competir con Díaz Ferrán por la presidencia de CEOE hace tan sólo siete meses no se escondía ninguna aventura personalista, sino la confrontación de dos modelos de entender la razón de ser de una confederación empresarial: uno elitista y de gran patronal y otro pegado a la realidad y a los problemas del día a día de los empresarios, de demostrada eficacia en las tres últimas décadas. Si este modelo se elimina y se sustituye por el que persigue el presidente de CEOE van a salir perdiendo los propios empresarios, cada vez más decisivos en el diseño del futuro y en la articulación de nuestra sociedad.