Se equivoca usted, madame Le Pen, como otros líderes de la extrema derecha europea, al considerar a Trump un igual y proclamar que su elección representa "el principio de un nuevo mundo". Con esta frase le ha pasado como al Dr. Strangelove de ¿Teléfono rojo? Volamos hacia Moscú, a quien se le disparaba el brazo en cuanto se descuidaba. También algunos de los que junto a su papá fundaron en 1972 su partido habían soñado con "el principio de un mundo nuevo"; eso sí, dirigido por Hitler. ¿O no formaron parte de la dirección fundacional del Frente Nacional los viejos colaboracionistas François Brigneau, combatiente fascista durante la II Guerra Mundial, y Pierre Bousquet, que fue Rottenführer de la 33 División SS Charlemagne y colaborador del Obersturmführer de las SS Wilhelm Weber?

Por mucho que usted pretenda distanciarse de estos orígenes, teniendo incluso que expulsar a su papá porque considera las cámaras de gas "una anécdota" y a Petain un patriota, lo que usted representa poco tiene que ver con el éxito de Trump en los Estados Unidos. Allí nunca gobernó el fascismo y nunca existió un Petain, un Joseph Darnand o un Pierre Laval que colaboraran con Hitler (como tampoco, en el lado opuesto, hubo una pléyade de intelectuales que, con Sartre a la cabeza, fueran defensores de los peores asesinos de la historia, desde Stalin a Pol Pot pasando por Mao: ¡la France!).

En EEUU, a diferencia de esta Europa tan dada a sacar pecho democrático cuando ha sido la madre de los más atroces totalitarismos, nunca han tenido que sufrir un Lenin, un Mussolini, un Hitler, un Stalin o un Franco. En Estados Unidos nunca se han suspendido los derechos garantizados por la Constitución de 1787 y nunca -por muchos y graves errores que hayan cometido-se ha asesinado sistemáticamente a seis millones de personas por motivos raciales (Alemania nazi) y a veinte millones por razones ideológicas (URSS). Trump ha recibido a Farge; mal hecho, pero no me preocupa demasiado: recuerde que Inglaterra no ha conocido una dictadura desde 1660. Así que nada de "principio de un mundo nuevo", madame. Por lo menos en USA, donde hace 229 años que están tan a gusto siendo una democracia. De momento siempre nos quedará América si usted y sus amigos holandeses, austriacos o italianos (o sus opuestos iguales de extrema izquierda) vuelven a liarla en Europa.