TRÁFICO Cuatro jóvenes hospitalizados en Sevilla tras un accidente de tráfico

La tribuna

Manuel Lucas Matheu

La erótica del otoño

LOS prejuicios, las ideas erróneas, los mitos que pesan sobre el envejecimiento y que forman parte del imaginario colectivo, son importantes obstáculos para envejecer bien. Son ideas que están fuertemente instaladas en nuestra sociedad, y que los propios mayores se ven en la "obligación" de asumir ya que participan también de estos estereotipos culturales, como el de considerar a este período como de pasividad, de enfermedad, de estancamiento del conocimiento y de resignación.

Todo esto da lugar a actitudes negativas ante el envejecimiento y un cierto conformismo ante una perspectiva de dejadez, negaciones, incapacidades y autoexclusiones. De todas ellas, la más asumida es la que atañe a la sexualidad. Estas ideas no surgen por casualidad y tienen que ver con una sociedad asentada sobre la productividad y el consumo, en donde las personas se dividen en activas y pasivas.

La influencia procreativista de la moral sexual judeo-cristiana de nuestra cultura limita la sexualidad aceptada a las personas en edad de procrear, que generalmente coinciden con las activas. Quedan así fuera de concurso los niños y los ancianos. A los primeros se les niega, considerándolos "asexuados". En los segundos, la limitación forma parte de un rechazo general cultural por la vejez y todo lo que ella implica, como su proximidad con la muerte, otra de las dimensiones humanas últimamente más tabuizadas en nuestra cultura.

Otro factor importante en la vida sexual de los mayores en la sociedad occidental es el modelo estético dominante. En ese modelo, sobran las arrugas, las canas, los michelines, los pechos fláccidos, las calvicies. Y faltan no sé cuántas cosas más. Mantenerse "bello" o "bella" resulta un verdadero suplicio para quien no desiste ante tanta exigencia. Y el suplicio aumenta con la edad. La cirugía estética tiene mucho más éxito que la sexología en una cultura en la que una estría en la piel es más preocupante que la insensibilidad de ésta.

Pero para la mujer la estética física es mucho más estricta en general, contribuyendo, en un doloroso aspecto más, a la desigualdad entre hombres y mujeres. La estética masculina es mucho más permisiva con la edad. Las canas, por ejemplo, se consideran atractivas en el hombre.

En la mujer, los tintes se encargan de hacerlas desaparecer enseguida. En el cine, y sobre todo en las series televisivas, los galanes pasan a veces de los 50 años. Sus compañeras son casi siempre más jóvenes y, por supuesto, casi ninguna aparenta más de 40 años. La represión sexual se acentúa así con la edad, sin perder ni un ápice su carácter discriminatorio con la mujer.

Las manifestaciones del prejuicio van desde la mención del "viejo verde" o la "vieja dama indigna" hasta la falta de respeto por la intimidad de nuestros mayores. Tampoco es ajena a esto la molestia de los hijos cuando los padres forman o quieren formar nuevas parejas, como no es ajena la influencia de los medios masivos de comunicación para que la juventud, belleza física y el vigor corporal parezcan ser los únicos valores que cuentan, y que muestran a los jóvenes como los únicos dueños de la sexualidad, del placer y goce sexual.

Detrás de toda esta represión y de todas estas falacias están los mayores, que viven con la frustración de no poder expresar libremente una fuerte pulsión que no desaparece hasta después de la muerte, ni siquiera con la enfermedad, y que se concreta sobre todo en una intensa "sed de piel". Necesidad de contacto, de roce, de caricias, de besos, de abrazos y de estrecha fusión, que han de bloquear más o menos conscientemente, si es que no la habían bloqueado ya, antes de ser mayores.

La sexualidad es una función del ser humano que está presente siempre. No se es asexuado por tener 80 años o cinco o veinticinco… La sexualidad es como un lenguaje, una forma de comunicación, que tiene que ver con el amor, con la ternura, con los afectos… mucho más que con lo meramente genital.

Es verdad que con la vejez ocurren ciertos fenómenos fisiológicos, que se encuadran en el proceso de sexuación normal de toda persona, que pueden producir una disminución de la capacidad eréctil y de la eyaculación en el hombre, y en la mujer se puede producir una disminución en la lubricación de la vagina, debido a la disminución de la secreción de estrógenos y un adelgazamiento de los tejidos de la misma y de los labios menores. Pero bastante menor de lo que se suele creer, a no ser que exista algún tipo de patología. Lo que afecta realmente a la vida sexual de nuestros mayores es la baja autoestima, el rechazo social y el efecto de las falacias.

Pero en todo caso, tanto en el hombre como en la mujer, no disminuye el deseo de comunicación y la "sed de piel" suele estar intacta. Mientras que ese deseo exista es posible la relación. Los cambios y limitaciones que van llegando con la edad pueden suplirse con la fantasía, capacidad para estimular y un concepto menos encorsetado y genitalizado de la sexualidad y de las relaciones sexuales; en definitiva, con la sabiduría del ars amandi.

La belleza del otoño en nada tiene que envidiar a la de la primavera, aunque la gama de colores sea diferente.

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