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Alejandro V. García

El error

ME pregunto, más cargado de ironía que de intención, si los jueces de la Audiencia Nacional que pusieron hace una semana en libertad al terrorista Antonio Troitiño incurrieron en prevaricación, es decir, si lo liberaron a sabiendas de que estaban incurriendo en un error o simplemente ese día estaban un poco empanados. Recordemos: para dejar al etarra en la calle los magistrados restaron seis años no sobre cada una de las penas a que fue condenado sino sobre el máximo de cumplimiento que tenía asignado, treinta años. ¿Equivocación? Veamos. La providencia que liberó a Troitiño hace justo una semana contradecía el criterio aprobado por la Sala de lo Penal de la propia Audiencia en febrero de 2010, que establecía que las penas acumuladas se entendieran como una sola causa de la que sólo se podría restar la prisión provisional contada desde la detención hasta la primera condena. Pero no tuvieron en cuenta la recomendación.

Con ese antecedente, a los tres magistrados que firmaron la providencia de libertad no les hacía falta que el Supremo, como ocurrió el lunes, señalara la dirección correcta. Entonces ¿qué pasó para que en menos de una semana decretaran la escandalosa libertad del asesino y luego rectificaran cuando el pájaro había volado? ¿Merecen siquiera la reprobación del Consejo General?

Supongamos por un momento que entre los tres magistrados estuviera Baltasar Garzón. ¿Qué deriva habría tomado el escándalo? ¿Qué lluvia que golpes habrían descargado sobre su espalda la clase judicial, la clase política y, por supuesto, la vanguardia informativa de la derecha que vigila desde unas cuantas cabeceras la ortodoxia más favorable a Rajoy o a Aguirre? Yo sí imagino fácilmente las trazas del escándalo subsiguiente. Si hemos de sacar alguna enseñanza sobre las imputaciones contra Baltasar Garzón por prevaricación es que la línea que separa el error garrafal del delito es fina como un pelo y que el juicio sobre si el tribunal traspasó o no esa tenue y casi evanescente frontera que divide la metedura de pata del delito depende más de factores subjetivos que objetivos.

Pero del error y la posterior rectificación sobre la libertad del terrorista se puede extraer una segunda lección: la plena ridiculez del esfuerzo de los dirigentes del PP por relacionar la liberación de Troitiño con Rubalcaba, las actas de la negociación con ETA o la debilidad con la izquierda abertzale. Lo que tampoco significa que se hayan resignado a sacar petróleo, aunque para ello equiparen a la Audiencia con el Gobierno. Qué desastre.

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