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La colmena

Magdalena Trillo

mtrillo@grupojoly.com

¿Algo que esconder?

Paradójico. Justo cuando debería abrirse el debate sobre Rajoy como cabeza de cartel, se crece con su valor más seguro

Cuando se lo leí al novelista francés Frédéric Beigbeder me pareció una más de sus provocaciones. Para empezar, se permitía "excluirse" del mundo de marionetas que sujetan personajes como Zuckerberg y, a continuación, nos advertía del sentido "fascista" que termina haciendo posible el negocio millonario sobre el que se levantan gigantes como Facebook o Amazon: si te molesta exponer tu vida privada es porque "algo tendrás que esconder", porque alto te podrán "reprochar".

¿Todos tenemos monstruos bajo las alfombras? Es una buena explicación a la despreocupación -entre la ingenuidad, el exhibicionismo y la vanidad- con que traficamos con nuestros datos. Bueno, que lo hacen otros con nuestra complicidad... Un estudio del Parlamento Europeo calcula que sólo en la UE se generan unos ingresos de 60.000 millones, se proyecta un crecimiento cercano al 4% del PIB y, en 2020, hasta 7,8 millones de personas vivirían del big data.

Un sector en auge, nuevos perfiles profesionales y un nicho de oportunidades. El matiz emerge cuando advertimos del condicionante del negocio: la relevancia de los datos; qué es basura y qué es un filón. ¿Parece una obviedad? No lo es. Desde el prisma de la economía, no deja de ser un ejercicio de contrastación ligado a la utilidad del producto: qué ofrecemos, cuánto cuesta y cuánto están dispuestos a pagarnos por ello. Desde el prisma de la política, sin embargo, surgen los intangibles: lo que de verdad hay, lo que puede parecer y el recorrido que puede tener.

El caso Cifuentes es de manual. Y poco importa si la presidenta de Madrid consigue dar un giro copernicano al origen del escándalo protegiendo a los suyos -"lo nuestro" y "los nuestros" que diría Cospedal- y sitúa el foco de la filtración en un malévolo profesor socialista. ¿Cambia algo lo que hemos vivido en las últimas dos semanas? Según para quién. Tal vez no para un observador imparcial pero sí, y mucho, para su ejército fiel.

La convención de Sevilla no habrá sido un revulsivo de remontada del PP frente al "sucedáneo" naranja pero sí un urgente insuflo de autoestima. Y, después de ver a Cifuentes bailar sobre el abismo, de convertirse en una losa funeraria para su partido, casi habría que defender la escuela Rajoy. Paradójico. Justo cuando debería abrirse el debate de hasta qué punto un presidente de Gobierno enrocado, quemado y a la defensiva puede mantenerse de cabeza de cartel, se crece como su valor más sólido. Un Rajoy gris, insulso y blindado que no trafica con la información y -aparentemente- nada tiene que esconder…

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