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Una novedad estimulante en el horizonte. Responsables de Naciones Unidas propugnan que los países tengan ministerios de la Felicidad. En serio. No para procurar satisfacción espiritual a los ciudadanos, sino para facilitar su confort social. La ONU lo mide y acaba de sacar su clasificación anual. Los países nórdicos de Europa son los más felices del mundo según esa lista. Este año Noruega sustituye en el primer puesto a Dinamarca, que pasa a la segunda plaza. Islandia es el tercero, y Finlandia y Suecia están también entre los diez primeros, entre los 155 estados analizados.

El índice se confecciona en función de seis factores: producto interior bruto per cápita, expectativa de vida saludable, libertad, generosidad, respaldo social y ausencia de corrupción en el gobierno o las empresas. El cuadro de los peor clasificados en este Informe Mundial de la Felicidad está dominado por África. Lo cierra como farolillo rojo República Centroafricana, y por encima quedan Burundi, Tanzania, Siria, y Ruanda.

España queda en un puesto 34, deslucido para un país que presume de feliz. Y va hacia atrás; en la última década ocupa el puesto número 15 en el ranking de pérdida de felicidad que encabezan Venezuela, República Centroafricana y Grecia. Dato provocado por el crecimiento de la desigualdad. La renta disponible en los hogares españoles cayó entre 2007 y 2013 un 20%. Y la clase media perdió tres millones y medio de personas. Cuatro de cada diez españoles viven en una situación de pobreza, falta de oportunidades y exclusión social.

La conclusión de este análisis es que los países más felices son los que tienen un equilibrio saludable entre prosperidad y capital social, un alto grado de confianza en la sociedad, baja desigualdad y confianza en el gobierno. Dirigentes de la ONU patrocinan que se siga el ejemplo de Emiratos Árabes y otras naciones que han designado ministros de Felicidad. Más cerca, en Luxemburgo o Bélgica, hay ministerios de las clases medias que pretenden cumplir esa función. El belga se llama de las clases medias, los autónomos, las pequeñas y medianas empresas, la agricultura y la integración. Un motor de estabilización social.

La desigualdad destruye a las sociedades desde dentro y no para de crecer en todo el mundo. No había problema más grave para el economista británico recién fallecido Anthony Atkinson, partidario de combatirla entre otras cosas con impuestos sobre donaciones y sucesiones para los más ricos. ¿Les suena? Es la tendencia contraria a la defendida con éxito por el Partido Popular en Andalucía. El PP está por su eliminación y el PSOE torpemente la ha tenido muy alta para las clases medias durante demasiado tiempo, generando un efecto de antipatía general a este tributo. No sé si España necesita un ministerio de la Felicidad, pero al menos debería proteger a su clase media. Una especie en riesgo de extinción.

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