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La ciudad y los días

Carlos Colón

Ésta es mi esperanza

ÉSTA es mi Esperanza. En la luz de Cristo que resplandece en su cara cada vida, sin importar que esté más allá o más acá de la muerte, tiene un valor absoluto. Preñada de resurrección parece que está, como antes lo estuvo del Dios que llevó en su seno. Mirándola no sólo es más fácil creer en Dios, sino también creer en el mundo, en la vida y en los hombres. Porque si todavía el mundo está bajo el poder del dolor, la vida bajo el poder de la muerte y el hombre bajo el poder del mal, ya obran en ellos las luminosas fuerzas del Reino cuyos símbolos proclaman a la Macarena reina de la luz resucitada. Esta es, como dijo Rodríguez Buzón en su repujada letanía, la bandera de la ternura que ofrece siempre segundas oportunidades, renovadas inocencias, interminables amaneceres, inagotables perdones, eternos reencuentros, abrazos, regresos y bautismo purificador en las lágrimas que lloramos viéndola.

La Macarena lava nuestras culpas, consuela nuestras penas, acompaña nuestras soledades, acaricia nuestras memorias y reviste de resurrección la memoria de nuestros muertos como la túnica reviste con la luz de oro del Tercer Día a su Hijo, tan sencillo, tan triste, tan dulce, tan humano, tan aplastado por el poder de Roma, tan abandonado de sus discípulos que en ese trágico momento le niegan, tan solo entre quienes sólo desean su muerte y la proclaman, tan cansada su mansa mirada de buscar ojos que le devuelvan una mirada amiga.

¿Quién le bordó su túnica al Señor de la Sentencia? Ojeda diseñó la corona y bordó los mantos que proclaman la realeza de su Madre; pero parece que fuera la Macarena, con sus propias manos, quien bordó con la luz resucitada de su cara la túnica de oro que cuartea el mármol romano y humilla la soberbia del prefecto de Judea, proclamando el triunfo final del sentenciado.

Desde la proa de su paso mira este doliente el dolor del mundo, y lo abraza; mira la muerte que le acecha, y la vence. Este es el Dios cuya grandeza cantó su Madre en el primer instante en el que sintió palpitar en su vientre el cuerpo del Señor de la Sentencia, cuando visitaba a su prima Isabel; este es el Dios que humilla la soberbia, derriba del trono a los poderosos, enaltece a los humildes, colma a los hambrientos y despide vacíos a los ricos.

Esta mañana el mundo está al revés porque lo ordena el derecho de Dios. El agotado pero invencible Varón de Dolores de San Lorenzo ha aparecido revestido de la gloria de Yahvé. Vence a la muerte el Sentenciado. Y la Macarena hace transparente el mundo para que la esperanza lo penetre como un rayo de luz que deja toda sombra vencida.

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