LAS empresas andaluzas de gestión medioambiental han guardado un piadoso silencio tras las declaraciones del líder empresarial, Santiago Herrero, en las que decía que no merecía la pena dedicar tantos esfuerzos en Andalucía a conservar la naturaleza, y ponía África como ejemplo de pobreza enorme pese a acumular espacios protegidos. No fue el día más afortunado como orador de Herrero, a quien le gusta disfrutar de la naturaleza a pie y a caballo.

Una mala frase la tiene cualquiera, y es agua pasada para el sector de gestión medioambiental, mucho más europeo que africano en su capacitación y tecnología, y sin el que no se entiende ni se sostiene hoy la relación entre sociedad y naturaleza. El medio ambiente no es sólo Doñana o Cazorla, sino también el Guadaíra sin alpechines, la explotación de cobre en Las Cruces sin afectar al mayor acuífero de Sevilla y el Poniente almeriense a salvo de la desertización.

Tampoco estuvo sobrado de finura el presidente de la CEA en el quite de apoyo a Cajasol para la construcción del rascacielos en Puerta Triana. Aseguró no entender que haya personas o colectivos que primen "los criterios estéticos frente a una gran inversión económica. La torre no se levantará en el centro de la ciudad ni en un espacio protegido. Con casi un millón de parados en Andalucía se debería ser más equilibrado respecto al desarrollo o estética sostenible o los impactos visuales".

Estoy de acuerdo con Herrero en que el paro y la pobreza son el paisaje menos ecológico. Pero el debate sobre el urbanismo, el paisaje y la identidad de la ciudad, a tenor de las leyes, no cercena el derecho a la inversión empresarial. En el cruce de posturas sobre el rascacielos, es compatible, por ejemplo, que alguien apoye su construcción y a la vez desee otro emplazamiento para que no bloquee la circulación de entrada y salida de Sevilla. Los atascos no son estéticos. Ni eficaces ni competitivos.