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RELOJ DE SOL

Joaquín Pérez-Azaústre

120 euros

No hay que preocuparse de nada en realidad. Sólo hay que consumir unos 120 euros al año, pero de productos españoles. Con esto, la crisis será pasto de un recuerdo. Con estos 120 euros al año, sólo por cada uno de nosotros, se salvarán 120.000 puestos de trabajo. Menuda maravilla, es una verdad empírica. Pero esto, claro, si somos cicateros con el gasto. Porque qué van a ser, sólo por año, unos 120 euros en producción española. Gastémonos el doble. Gastémonos el triple, para salvar así 360.000 puestos de trabajo. Todo esto es muy fácil, ya lo ven. Nos lo ha dicho el Gobierno, nos lo ha dicho Miguel Sebastián, que es ministro de Industria después de su patinazo interior con Gallardón en un debate que nos dio la expresión de una debilidad. Ha dicho Sebastián que hay que gastar. También lo ha dicho el Gobierno, con la mayor oferta de obra pública de los últimos años. Gastar. En lo español. Nada de balanza comercial, por decir algo. Gastar y gastar más. ¿Por qué quedarse en la minucia?

Porque 120 euros al año son una minucia si se trata de salvar la economía modesta. Vamos a estirarnos, vamos a cenar cada día en el mejor restaurante de cualquier ciudad española, vámonos de vacaciones a cualquier viejo Palace bebiendo el mejor vino. Vamos a cualquier parte, pero sin salir de España. Eso nunca, porque gastándonos la pasta y consumiendo es como vamos a salir de esta depresión. Qué maravilla. Cómo no lo ha pensado nadie antes, especialmente alguna de las 827.000 familias españolas que no consumen nada, que son unas agarradas, vamos, que no se van al súper a por productos patrios ni de ninguna otra procedencia, porque en estas familias ninguno de sus miembros tienen empleo. Pero no pensemos en ellos. Hay que ser positivos. Hay que pensar en consumir.

120 euros es muy poco, pero por algo hay que empezar. Nada de paletilla, ni mortadela siciliana, nada de pasta con tomate tres veces en semana. Vamos a comprar un buen jamón de Huelva, o quizá de Badajoz, que sea de bellota y muy ibérico, veteado y grasiento con una solidez en el sabor. A consumir, entonces. Sigamos con el ritmo de vida acostumbrado, no hay que preocuparse de los otros. Los otros que no consuman, que ya consumiremos nosotros por ellos. Esto es una clave que no ha entendido nadie, que no supieron ver ni John Steinbeck ni Fitzgerald cuando novelaron el crac del 29. Vamos a reventar a consumismo. Pero que sea español, eh. Esto lo cambia todo. Tanta genialidad ministerial es una sobredosis de talento que se comprende poco, porque estos visionarios sobrehumanos no han sentido la crisis quizá como nosotros, porque sus reinos y sus sueldos tampoco son de este mundo. Por favor, consuman. Por solidaridad.

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