DIECIOCHO medallas y decimocuarta posición en estos Juegos Olímpicos que ayer echaron el cierre. Buen número de medallas para como iba la cosa y regularcillo según las expectativas creadas al rebufo de Nadal y Gasol, que han obrado según figuraba en el guión, y también de la selección de fútbol y de Fernando Alonso. Estos últimos no estuvieron en Pekín, pero sí han contribuido de forma decisiva a la euforia deportiva que vive el país de un tiempo no muy lejano a hoy. No se ha llegado a la marca soñada, la de Barcelona, pero mucho nos temíamos, tal como iba el medallero, que se volviese a aquellos tiempos en que, por ejemplo, nos dábamos por satisfechos con tal de que los tritones no se ahogasen. En la recta final se enmendó la andadura para unos resultados que no resultan sonrojantes. No están a la altura de la euforia generalizada, pero se vivieron hitos históricos. Y eso no es poco.
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