URGE que en el Sevilla se limpie el ambiente porque es mucho lo que este club se juega hasta que en mayo se arríe el telón. Chocaba que en una convocatoria tras otra no estuviesen nombres tan sonoros como los de Palop y Kanoute, posiblemente los artífices principales junto a Navas y Alves del acarreo de plata en aquel prodigioso tiempo que duró desde el 10 de mayo de 2006 hasta finales de agosto de 2007. Lo del primero quedó oscurecido por las milagreras intervenciones de Javi Varas, mientras que lo del gigante afrofrancés se excusaba por una serie de problemas físicos que le impedían llegar a tope al partido.

Pero el tiempo hace que las cosas vayan desnudándose de excusas y así pasó cuando Palop no estuvo el día que se le demandó. Era en Copa ante el Lepe y la cosa pasó de puntillas, sin ruido y, además, Varas continuaba haciendo milagros, pero llegado el momento en que el felino portero de Pino Montano empezó a comportarse como uno más, la ausencia continuada del valenciano en el banquillo fue tomando importancia. Y ahí sigue, lejos del banquillo y con el gesto torcido. De igual manera, o parecida, lo de Kanoute. Aparte aquella tarjeta que le dejaba fuera del derbi, lo cierto es que el equipo le echaba de menos y él no estaba, ¿por qué?

Pero ayer saltaban todas las alarmas y los teletipos entraron en el vértigo de lo que había ocurrido en los potreros de Montequinto. Colisión verbal entre Marcelino y el gigante que termina con desplante de este último para que lo que se temía se haga realidad, que las relaciones entre técnico y futbolista andan cortitas de fluidez. Mala cosa el suceso para el presente y el futuro a cortísimo plazo de un equipo preñado de urgencias y que necesita a todos sus hombres importantes. Y se quiera o no, se haya especulado con su marcha o no, Frederic Kanoute, malí de Lyon, continúa siendo importante, quizá el más importante de todos, para ir a por los objetivos del Sevilla.