ESTE fin de semana me han regalado el libro 100 fotografías de Sevilla que deberías conocer. Es un libro de fotografías de Sevilla desde 1850 hasta 2010, y ha sido realizado por técnicos del Archivo Municipal. Es un libro estupendo, con una información gráfica e histórica de primer nivel y justo el tipo de libro sobre Sevilla, que llevo años recopilando. Lo hojeé con mucho interés, fijándome en cada una de las fotos que lo integran, recreándome en los detalles de las mismas, comparando mentalmente los enclaves de la ciudad que muestra y la situación actual de los mismos. Tengo una cierta práctica en esta actividad de comparar dichas imágenes, ya que una de mis aficiones más antiguas es reunir postales de vistas de Sevilla, de las que se venden en los quioscos como actuales, pero que cuentan una ciudad ya desaparecida. Se sorprenderían de la cantidad de postales anacrónicas que venden.

Cuando terminé de ver el libro, pensé en la cantidad de información que se puede extraer de una foto, si se observa con atención. Y el alto valor documental y científico que tienen este tipo de publicaciones. Nuestra memoria nos engaña a menudo, fijando en la mente imágenes que nunca han existido, fruto en muchas ocasiones de relatos familiares, de media verdades repetidas, hasta llegar al convencimiento de que tal o cual persona o edificio eran de una determinada manera. Por eso nos sorprenden en más de una ocasión estas colecciones de fotos de ciudades, sobre todo de la ciudad en la que vivimos, porque constituyen datos que pueden contradecir nuestros recuerdos. De repente, una extraña sensación se apoderó de mi. Algo me rondaba la cabeza, hasta que me di cuenta. ¿Y las farolas fernandinas? No aparecen en el libro. ¿Cómo es posible que entre cien fotos de los puntos más interesantes de Sevilla, a lo largo de últimos ciento sesenta años, no aparezcan ni una vez las farolas del tipo fernandino? Unas farolas que se han colocado en la ciudad y que nos han contado que son tradicionales de Sevilla. Tomé de nuevo el libro, y empece a repasar las fotos, comenzando por la de la portada. Una estupenda instantánea de la Plaza de San Francisco, desde la acera del Ayuntamiento, mirando hacia la Catedral. Al fondo, la Giralda emergía sobre el caserío, y por detrás de la torre, el gran dirigible Zeppelin, surcaba los aires de Sevilla. En primer plano una fila de taxis negros, donde algunas ilustraciones nos dicen que estuvo la parada de coches de caballo de alquiler. Más en primer plano, dos airosas farolas del tipo caracola, con su filigrana al final del poste, de la cual cuelga una luminaria con sombrerete, similares a las instaladas en la época en muchas ciudades europeas. Seguí pasando páginas. Farolas en la Plaza Nueva ordenada por Balbino Marrón, también tipo caracola. Más y más farolas en las fotos, como en la plaza de la Magdalena y en la plaza de la Encarnación, cuando el ensanche de la calle Imagen. Terminé de repasar todo el libro. Ni rastro de las fernandinas. ¿Porqué nos dicen que son parte de nuestra historia?

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