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Dr. Bartolomé Beltrán

La otra felicidad, escribir

El doctor Bartolomé Beltrán repasa su trayectoria y explica las razones que le han motivado a iniciar esta nueva andadura en las páginas de los periódicos del Grupo Joly.

BAJO el título genérico de La Salud es lo que importa inicio una nueva andadura en el Grupo Joly. Ya sé que la felicidad es como dijo el descubridor del concepto de estrés Hans Selye (1907-1982), el equilibrio entre el egoísmo y el altruismo. Se trata de tener un proyecto personal y hacer siempre algo por los demás, cosas que nos gratifican y benefician a aquellas personas que sufren, padecen, tienen deficiencias o precisan solidaridad. Pero hay más cosas que completan la felicidad vivencial, me refiero a aquello que nos vertebra, más allá de la genética y la voluntad. Se trata de un amplio espectro de cuestiones que están dentro de nosotros y que silenciosamente emergen en el devenir diario como algo consustancial con nosotros mismos. Esta historia la cuento por la gran satisfacción que me supone iniciar mi colaboración en el área de salud del Grupo Joly.

Allá por los años 90 al realizar el programa La Salud es lo que importa en aquella Antena 3 de Radio que dirigía con excelencia y precisión Manuel Martín Ferrand, tuve la suerte de publicar, a través de la Colpisa que dirigía Fermín Cebolla, en todas las cabeceras importantes del Estado. Cómo no, entre ellas estaba el histórico Diario de Cádiz (1867) que junto al Heraldo de Aragón, La Vanguardia, Las Provincias o La Voz de Galicia, entre otros muchos, recibía mi puntual colaboración pegada a la actualidad varias veces por semana. Aún no había atravesado el ectoplasma de la televisión, ese electrodoméstico que desborda la intimidad de cualquiera y que transformó mi orgullosa firma en los periódicos en una frenética actividad en la que escribir podría parecerme un asunto menor. Cuento en mi biografía a buen seguro con algunos errores pero ese jamás lo he cometido. Siempre me han parecido fundamentales los periódicos, esa pieza básica de aquellas estructuras que olían a tinta y hoy gracias a las tecnologías y posteriormente a internet han desplazado urbi et orbe, literaturas pret a porter o amplios escritos literarios. Me gusta la tinta y me gusta Diario de Cádiz y que el conjunto de la familia Joly haya podido vertebrar desde ese lugar privilegiado, Cádiz, lo que hoy puede considerarse el primer grupo de comunicación andaluz con la cabecera local más antigua de España en manos de la misma familia. Pero, como les decía, en la intimidad quiero contarles dos apuntalamientos andaluces a fuer de gaditanos en mi vida. De una parte, que muy en secreto me contaba mi madre cierto día que ella creía que la relación que propició mi fecundación se había producido en su viaje de novios con una parada muy especial en el hotel María Cristina de Algeciras. Y si una madre de aquella época te dice que fue así no debe cabernos la más mínima duda. Entonces los carteles de toros anunciaban a Miguel Mateo Miguelín, El Litri, y Antonio Ordónez. Mi padre era devoto de Miguelín y por supuesto de los toros, cosa que se debió a su fase militar en esa zona. Más aún, me recordó toda su vida que con aquellos primeros frascos de penicilina que se traían de Gibraltar allá por los años cincuenta se curaban muchos niños de infecciones y afecciones respiratorias graves. Algo gordo me debió pasar para que en nuestra familia figuren mis dos caminos de salvación cuando estuve muy enfermo de pequeño. El recuerdo y cuidados de un médico pediatra que trabajaba en el área de Cádiz, llamado Jaime Font y, por otra parte, la plegaria que le hizo mi padre en solitario a la Virgen de la Luz, patrona de Tarifa, por la que si me curaba, entre rezos y oraciones, dejó constancia de su promesa que en la fe de bautismo figuraría "de la Luz", cosa que se puede comprobar en mi carnet de identidad.

La Semana Santa pasada pasé unas cortas vacaciones con toda la familia en Cádiz. Increíble. Lluvia y sol. Viento. Mucho viento. Una playa interminable, desde el Castillo de Santa Catalina hasta ese pequeño ángulo en donde casi confluyen el mar y la avenida José León de Carranza. O bien el barrio de la Viña, la plaza de la Mina, o esas librerías de antiguo al lado de la plaza de San Francisco, la casa donde nació Emilio Castelar, la cafetería Royalty o esa porción tan americana, colonial y marítima como es la maravillosa avenida Apodaca. Un lugar que te transporta a cualquier espacio de la América más latina y también a una exposición de la familia Joly en el Centro Reina Sofía, y después, qué casualidad, el destino me trajo a mi casa. Porque los Joly, Cádiz y Andalucía siempre están. En mi corazón y en mi vida. Seguro.

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