Amanece el primer día serio del curso, pues en el corazón de bolos de todo tenor nos estalla en la cara la final de la Supercopa de Europa, ese acontecimiento tan familiar para el Sevilla. Y se trata de una final con indudable trapío, ya que colisionan dos grandes de los de verdad, de los de toda la vida. Dos grandes que revivirán enfrentamientos de toda laya con especial acento en aquél de antes del accidente de Múnich que destrozó al United.

Aquella eliminatoria de la segunda Copa de Europa fue el inicio de un largo contencioso por la hegemonía continental. Eso fue cuando la eclosión de un jovencísimo Enrique Mateos y su foto celebrando un gol en la ida de Chamartín es uno de esos iconos gráficos de toda la vida. Después, cuando los ye-yés, el United del grandísimo Bobby Charlton y del excelso George Best le daría sopas con honda a la banda que manejaba desde el banquillo el inolvidable e irrepetible Miguel Muñoz.

Esta noche en el Philip II Arena de Skopje, Macedonia, vuelven a encontrarse reds y merengues. Una vez más en los sesenta años que abarca dicha realidad y esta vez con morbo en sobredosis por la presencia de Mourinho como sucesor de Matt Busby y Sir Alex Ferguson. Hace unos días en Los Ángeles, la moneda cayó de lado inglés, pero aquello era un bolo, muy bien pagado pero bolo al cabo, nada que ver con esto de hoy en que se dilucida el primer título de la temporada.

En el Realísimo andan con la mohína a cuestas tras un rosario de bolos a contrapelo. Además lo lógico es que Zidane no cuente todavía con Cristiano y ya podía sincronizar las competiciones la FIFA para que ningún club deje de utilizar sus mejores activos en competiciones por culpa de otras demasiado cercanas en el tiempo. ¿Favorito? Si es por los antecedentes más próximos, el United, pero si nos basamos en la calidad individual y general, sin duda el Real Madrid C.F.