CUANDO una sociedad acumula retrasos en prestaciones que se sobreentienden como propias de nuestro tiempo, suele ocurrir que, ante el anuncio de ciertas novedades, la población no las percibe como tales. Eso le puede suceder a la Bienal de Flamenco, cuyos organizadores, con Domingo González a la cabeza, han puesto en pie una oferta de paquetes turísticos ligada al principal festival de Sevilla. Con diversos formatos y para estancias de diferente duración, combina la asistencia cada noche a un espectáculo de la Bienal; el alojamiento a elegir entre 40 hoteles; visitas guiadas por la ciudad; entradas a monumentos, menús degustación en restaurantes, etcétera. Hablamos de un festival que dura 32 días y para el que viajan miles de extranjeros que se montan el operativo por su cuenta en internet con el fin de ver flamenco y de estar en Sevilla. Así tienen una opción más para su acomodo y disfrute de la ciudad, que además puede incrementar el número de españoles que se planteen lo mismo.

Estoy convencido de la percepción que habrán tenido, al enterarse, muchos ciudadanos no avezados en estos temas: ¿Pero no existía ya esa oferta conjunta? Pues no, pese a que la Bienal fue creada en 1980 y está considerada internacionalmente como el festival de flamenco más importante.

28 años después, por fin llegó el paquete. Pasa la vida, pasan los años, los gobiernos municipales, las asociaciones del sector turístico (hoteles, agencias de viajes, restaurantes, guías...) y se tarda un mundo en idear algo tan obvio y en ponerse de acuerdo en pos de un interés general. Esta ciudad tiene un grave problema de ritmos. Le cuesta ponerle remedio porque es proclive a la epidural de la autocomplacencia o a la terapia de grupo de la queja lastimera.

Mis felicitaciones al equipo gestor de la Bienal. Que el milagro no sea flor de una edición. Y que el Teatro Maestranza coja el relevo para subir el telón el doble de noches...