La crónica económica

Joaquín Aurioles

Los fondos carroñeros

RONDAN a sus víctimas y a la primera señal de debilidad se precipitan sobre ellas para provocar su caída definitiva. No me estoy refiriendo, aunque lo parezca, a animales carroñeros o aves de rapiña, sino los denominados vulture funds, que es como se conoce a unos fondos internacionales, nacidos hace algo más de una década, que se dedican a volar en círculo, como los buitres, en torno a moribundos y caídos en desgracia. La cuestión es que han desembarcado en España y, aunque sus víctimas pueden ser de cualquier especie, es de suponer que lo han hecho atraídos por el tufillo de las aproximadamente 5.000 inmobiliarias que no tienen claro como hacer frente a su deuda a corto plazo. En principio sus actividades son intachablemente legítimas, pero la consistencia ética de sus procedimientos son más que discutibles, no tanto por el hecho de buscar la prosperidad en la desgracia de los demás, sino porque detrás de la decisión de adquirir la deuda de una empresa no está la intención de apropiarse de ella para reflotarla o simplemente quedarse con sus activos más atractivos, que sería lo característico en una operación de leveraged buyout convencional, sino la de forzar su ejecución inmediata en los tribunales. Se acaba, de esta manera, con cualquier atisbo de resistencia por parte de los deudores de cara a las negociaciones posteriores sobre compensaciones por los impagos.

Se cuenta que Martinsa-Fadesa buscó en uno de estos fondos británicos los 4.000 millones de dólares que aquí no encontraban y recibieron una respuesta positiva, pero condicionada a la aceptación de un vencimiento de un año para la operación. La clave, por tanto, es forzar la negociación para conseguir grandes descuentos, tanto a la hora de adquirir la deuda, como durante la negociación posterior del pago con los deudores, aunque la mala fama que arrastran se debe a que no se limitan a revolotear pacientemente en torno a sus víctimas, sino a que también a veces fuerzan su agotamiento y caída, pero sobre todo a que sus primeros pasos se dirigieron de manera despiadada contra la deuda de alguno de los países más pobres del mundo.

El caso más conocido es el de los 40 millones de dólares de deuda emitida por Zambia, asumida como incobrable por sus poseedores, pero que uno de estos fondos consiguió comprar por tan sólo 4 millones y que inmediatamente puso al cobro, con el apoyo de un tribunal británico que admitió su demanda. Son todavía muy jóvenes, pero ya han conseguido poner en marcha movimientos ciudadanos de rechazo e incluso iniciativas contra su impunidad en el Congreso de los Estados Unidos. En el caso de España y de las que ya andan por aquí acechando a sus futuras víctimas, el establecimiento de mecanismos de control resulta bastante más complicado, pero sin duda constituye una posibilidad de hacer algo de política contra la crisis. Por ejemplo, mediante la puesta en marcha de una agencia que, bajo la tutela gubernamental y en estrecha cooperación con la banca nacional, supervise los procesos de reestructuración de deuda de las empresas afectadas por problemas de liquidez. Se trata, sencillamente, de mantener alejados a los buitres.

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