Coge el dinero y corre

Fede / Durán

El forajido noble

REBOBINANDO: inicios de 2006, Jaime Caruana apura sus últimos meses como gobernador del Banco de España y el Gobierno de Zapatero decide que Miguel Ángel Fernández Ordóñez, un político de perfil eminentemente técnico, recoja la corona (o la lupa de supervisor) y se la ponga. El PP reacciona al oficializarse la designación con un reproche universal entre partidos rivales y a la vez endiabladamente contradictorio: MAFO no da la talla por su poso partidista, reflexión según la cual ningún político podrá jamás desempeñar cargo alguno medianamente vinculado a la equidistancia y la objetividad.

Rebobinando más aún: MAFO gestiona dos secretarías de Estado con González y una con Zapatero, además de diversos puestos de notable responsabilidad y reconocida pericia en el FMI, el Tribunal de Defensa de la Competencia o la Comisión del Sistema Eléctrico Nacional (ahora Comisión Nacional de la Energía). El ínclito, y ésta es una coda que dará carrete al mal de la endogamia y a sus adictos en el PP o en cualquier otra formación, colabora con el grupo Prisa, escribe en El País y orquesta en la Ser.

Rebobinando algo menos: Hay forajidos que fraguan su leyenda con sólo dos tiros y otros que avisan de su especial pasta rebelde desde el minuto uno y hasta el final. Es el caso de MAFO, que asumió la misión encomendada por la ley (controlar las evoluciones, pulsaciones y travesuras de bancos y cajas; diagnosticarle al paciente español su estado; radiografiar los parámetros macroeconómicos; sugerir soluciones) sin la autoexigencia de docilidad implícita en el contrato que supone cualquier elección gubernamental. MAFO enfadó al Gobierno cuando el Gobierno vendía demasiado optimismo, tiró de las orejas a algunos arquitectos del sector financiero cuando en teoría todos nadábamos en la abundancia y el crédito y, poco a poco, fue ganando la parcela de imperfecta independencia que a estas alturas ya nadie le discute (¿cuándo ha vuelto el PP a mentarle en malos términos?).

Aterrizando en el presente: cuando el Banco de España habla, los demás escuchan como el alumno que todavía reconoce la sideral distancia que le separa del profesor. No es un organismo perfecto, ni tan siquiera uno simpático o singularmente mediático (aunque esto haya cambiado últimamente), pero es la única voz oficial que, sin dejar de pertenecer a la constelación política acaso como planeta tipo Plutón (pequeño y suficientemente alejado), genera cierto consenso y, sobre todo, deprende cierta seriedad. Ignoro si MAFO actúa, se lo cree o secretamente, en la intimidad de un cenáculo socialista sin paredes indiscretas, lamenta haber contradicho o enmendado al Ejecutivo en numerosas ocasiones, pero su ejemplo de moderada deserción es, qué paradoja, el espejo en que debieran mirarse todos esos otros políticos que un día, por caprichos del destino o de la elección a dedo, acaben ejerciendo funciones de espíritu arbitral.

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