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Editorial

Un formato que no ayuda a cooperar

ERA difícil que la cuarta Conferencia de Presidentes de comunidades autónomas celebrada ayer en el Senado a iniciativa del presidente del Gobierno pudiera terminar con éxito, entendiendo como tal la firma de acuerdos de colaboración entre administraciones en beneficio de los ciudadanos. El fracaso estaba anunciado a medias por la tensión política que vive el país, que imposibilita que los dos partidos mayoritarios accedan a pactar, y por el propio formato de este tipo de encuentros, a los que se acude sin documentos y negociaciones previas que hagan posible el acercamiento de posturas. Las cumbres de presidentes, que vienen a sustituir la nunca lograda conversión del Senado en una auténtica cámara territorial de cooperación entre el Estado y las comunidades autónomas, han vivido presas de la improvisación. Algunos años no se han llegado a celebrar, y otros han llevado a la frustración por el incumplimiento de lo acordado. A la de ayer se presentó el Gobierno, con el respaldo previo de los presidentes autonómicos socialistas, con propuestas de medidas relativas a la lucha contra el desempleo y contra el déficit público, mientras los presidentes del PP, también previamente, ya habían elaborado un decálogo de medidas contra la crisis económica y otras referidas al sector primario de la economía nacional. Anoche el Ejecutivo aceptó buena parte de las demandas del PP a través de un documento integrador de las posiciones previas de ambas partes, pero el resultado de la votación fue el previsible: diez votos a favor y ocho abstenciones (las comunidades gobernadas por los populares). Hay que tener en cuenta que los acuerdos de esta conferencia de presidentes, para ser efectivos y viables, necesitan de la unanimidad. Este requisito es completamente lógico, ya que de lo que se trata es de caminar todos en la misma dirección, y no tiene sentido que las medidas generales adoptadas se apliquen en unos territorios y no en otros. En esto se basa la cooperación institucional, un instrumento imprescindible en la actual coyuntura española pero, por lo que se ve, impracticable a causa del sectarismo y el partidismo.

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