RELOJ DE SOL

Joaquín Pérez-Azaústre

La foto

HE visto, como todo el mundo, la foto de Zlatan Ibrahimovic y Gerard Piqué, muy agarraditos de la mano como en la canción de María Dolores Pradera. En un principio pensé en no opinar, especialmente para no participar del circo malicioso. Después, como se hace evidente en estas líneas, me decidí a escribir, precisamente, desde fuera del circo. Porque la foto en sí es un hecho, y como tal objeto de noticia, lo que ya de por sí es significativo de este mundo nuestro de inmundicia carísima. En España, la inmundicia es carísima, se paga a precio caro, como saben bien en Telecinco y en esa variedad tan alta de programas de baja gama ética y estética. La foto en sí es noticia porque en España es noticia, con lo cual la noticia, por desgracia, sigue siendo España. La noticia es que aquí esta foto, sea un titular, cuando no debería serlo. A mí, personalmente, sólo me importaría que estos asuntos quedaran dentro del vestuario o de la casa, ya sea amistad o cualquier cosa, porque la imagen pertenece a dos intimidades.

No estoy de acuerdo con la publicación de la fotografía, y ni siquiera estoy muy seguro de deber hablar de ella, que es otra manera de darle pábulo al tema y extenderlo. La foto en sí es bonita: muestra la ternura entre dos hombres. Quizá sea una foto de naturaleza romántica, o quizá únicamente de un afecto que se exterioriza sin rubores. Pero en el fondo da lo mismo, porque ellos son noticia por el fútbol, y debiera dar lo mismo si aparecen por separado con sus novias, o en una orgía de cuatro, o en una bacanal con un equipo entero de la liga de fútbol femenina. Pero lo que sucede es otra cosa: como ya existe toda una categoría profesional -no me atrevería a clasificarla como periodística, por más que ellos presuman con descaro de serlo- dedicada continuamente al fango, a desayunar carroña, almorzar excrementos y después cenar sus propias heces, y viven con pericia en ese hedor perpetuo, siempre tratarán de arrastrar hacia sus dominios tumefactos a cualquier famoso verdadero: porque su sola existencia, de alguien como Ibrahimovic o Piqué, o cualquier otro protagonista de la vida que no se haya arrastrado por sus vómitos, ponen de manifiesto la falacia mediocre que respiran.

No voy a defender la heterosexualidad de nadie, porque no me parece, a estas alturas, que todavía haya que hacerlo. No hay que defender a nadie de ser homosexual, puesto que no representa nada reprobable. La foto, delicada y esbelta, aunque robada, acabará siendo otro icono gay -qué harían tantos gays sin sus iconos, qué harían sin Audrey Hepburn y sin Chavela Vargas-, sean ellos o no gays, que poco importa. A mí lo que me alucina es estar escribiendo esta columna.

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