Alto y claro

José Antonio Carrizosa

jacarrizosa@grupojoly.com

El fracaso de la Madrugada

Hace 17 años se intentó echar tierra sobre incidentes muy graves, uno de los mayores errores cometidos en Sevilla

La Madrugada llevaba años avisando. Lo que ha pasado este año supone, ni más ni menos, que los malos presagios que desde hace muchos años se cernían sobre ella se han confirmado. Como cualquier concentración masiva de personas en un espacio reducido ha presentado toda la vida riesgos evidentes. Sevilla ha presumido siempre de ser, como cuerpo colectivo, experta en manejarse en este tipo de situaciones y en saber cómo hay que actuar para que una bulla resultara algo consustancial a nuestra Semana Santa que no traía mayores problemas que algún pisotón o alguna bronca manejable. Pero llevamos ya mucho tiempo asistiendo a un deterioro de algo que se llama civismo y que tiene mucho que ver con la educación y con los valores. No sólo afecta a la Semana Santa, pero en ella se evidencia de una forma alarmante. Incluso desde antes de los incidentes del año 2000 el gamberrismo, el exceso de alcohol y el matonismo de unos cuantos hizo que mucha gente dejara de salir la noche del Jueves Santo. Hace diecisiete años se produjeron altercados muy graves sobre los que, en un comportamiento que hasta ahora nadie ha explicado, se decidió echar tierra y actuar como si nada hubiera pasado, como si fuera mejor dejarlo en el nivel de una gamberrada que no merecía la pena ni investigar. Se trató de uno de los errores más graves que se han cometido en esta ciudad en los últimas décadas. Desde entonces la amenaza de que pasara algo grave de verdad ha estado pendiendo sobre la jornada clave de nuestra Semana Santa. Ha habido conatos y carreras en varias ocasiones. En 2016 se comprobó que el asunto era para alarmarse. Y, por fin, este año se ha confirmado que se han traspasado todos los límites de lo tolerable y que estamos ante un problema de dimensiones mayúsculas que va a ser complicado resolver.

Conste que no estamos hablando de una celebración que saca muchos miles de personas a la calle, amenazada por los riesgos globales que todos padecemos, que también. No estamos más alejados de la amenaza yihadista que Niza o Bruselas, como no lo estuvimos de la etarra más que Madrid o Bilbao, y que todo el esfuerzo que se haga para minimizar este riesgo será poco. En este caso estamos hablando de la ruptura de la convivencia en la calle, de la quiebra del consenso cívico que, de alguna forma, estaba en la base de la celebración de la Semana Santa y que permitía que se viviera en ausencia de cualquier sensación de peligro. Es grave y volver a mirar para otro lado sería un comportamiento que Sevilla no puede permitirse. La solución sólo puede venir por actuar con la máxima contundencia que permitan las leyes -la prisión para algunos de los presuntos responsables no se antoja una desmesura- y con medidas de prevención en las calles.

Pero eso será sólo un parche, necesario pero un parche. Recuperar la Madrugada de Sevilla se antoja un empeño que va a necesitar de paciencia e inteligencia. Una vez más la palabra clave es la educación, imprescindible para la convivencia en las ciudades. En la medida que recuperemos educación recuperaremos la calle para los ciudadanos. Tan fácil de decir como difícil de hacer.

Por ahora, y eso es lo más grave en estos momentos, la Madrugada está seriamente tocada. Lo ha reconocido el propio delegado de Seguridad y Fiestas Mayores del Ayuntamiento de Sevilla, una persona inteligente que llama a las cosas por su nombre y que afronta los problemas. Es un fracaso colectivo, que, sin embargo, tiene en la desidia con la que se había afrontado la situación responsables claramente identificables. Pero no es el momento de señalar culpables, más allá de los autores e instigadores de los incidentes, sino de tomar conciencia del problema que se ha creado y de ser consciente de lo que se juega Sevilla y está a punto de perder. Cuidado.

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