FERIA Toros en Sevilla hoy | Manuel Jesús 'El Cid', Daniel Luque y Emilio de Justo en la Maestranza

PARA demostrar de manera inequívoca que su compromiso ante Bruselas de reducir el gasto público en 50.000 millones de euros va en serio, Zapatero se ha reunido con los parlamentarios socialistas y ha anunciado que el gasto... aumentará en 500 millones para prorrogar la ayuda de 420 euros a los parados que hayan agotado su derecho al subsidio.

Clamorosa fue la ovación de los diputados, senadores y europarlamentarios del PSOE tras el anuncio del líder, y es difícil que alguien rechace la necesidad de esta subvención a uno de los colectivos más golpeados por la crisis. La pregunta es doble: ¿cuándo empezará Zapatero a concretar qué gastos se van a recortar, una vez aparcada la reforma del sistema de pensiones y en nebulosa la reforma del mercado laboral? ¿Qué partidas piensa bajar o eliminar para que cuadren las cifras del plan de austeridad comprometido con la UE? Alguien tendrá que quedar perjudicado para que el país se salve, pero de momento el Gobierno se reserva las malas noticias.

Por el lado de la oposición, levantemos acta de cierto cambio de actitud. Lleva meses Mariano Rajoy instalado en una pasividad ventajista, sentado cómodamente a la espera de que la inepcia o la imprevisión de ZP le conviertan en cadáver político y que alguien se lo lleve hasta la puerta de su casa. Su labor se ha centrado en exclusiva en denunciar lo mal que está todo, augurar lo peor que se va a poner y rechazar lo que haga el Gobierno, sea lo que sea. Así se las ponían a Fernando VII, pero Fernando VII era un monarca absoluto -y absolutamente nefasto- y Rajoy es un político democrático que ha de proponer alternativas y no limitarse a decir no.

Ahora, ya digo, el Partido Popular comienza a cambiar. La semana pasada, en el Foro Joly, Cristóbal Montoro se pronunció sobre qué haría su partido con los impuestos en caso de estar en el gobierno (sobre la reforma de las pensiones, en cambio, tiró del manual tradicional: "ahora no toca"). En las últimas horas Rajoy se ha pronunciado al fin a favor de un abaratamiento del despido como fórmula contra la excesiva temporalidad de los contratos. También ha dicho que si él hubiera sido presidente del Gobierno ya habría congelado el sueldo de los funcionarios. Bueno, esto es mojarse, como quien dice: manifestar la voluntad expresa de hacer lo que se cree que hay que hacer, aunque se cabreen los sindicatos y los funcionarios.

Para resultar creíble Rajoy tendría que seguir en esta línea. No basta con anunciar sacrificios genéricos y pedir la eliminación de tres ministerios. Hace falta señalar quiénes se van a sacrificar, por qué y cuánto. Al final la política no es más que elegir prioridades y ser consecuente con lo decidido. Lo demás es demagogia.

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