TRÁFICO Cuatro jóvenes hospitalizados en Sevilla tras un accidente de tráfico

La ciudad y los días

Carlos Colón

ccolon@grupojoly.com

La grosería como plaga

La mala educación que confunde la espontaneidad y la naturalidad con la grosería es una plaga global

Un hotel de lujo en el centro de Sevilla. Se para un Mercedes de los grandotes ante su puerta. Se baja de él un maduro caballero es de suponer que con posibles, dado el alojamiento escogido y el vehículo que conduce. Viste una camiseta de tirantes con enormes áreas de ventilación que dejan ver los Jimmy Hendrix axilares y las carnes colgantes inmisericordemente sometidas a las leyes de la edad y la gravedad, unos pantalones cortísimos que le espachurran los arreos y unas chanclas de goma. No recuerdo en qué momento los turistas (y muchos nativos) dejaron de distinguir entre la playa y el interior o entre lo campestre y lo urbano, decidiendo pasearse por las ciudades medio en pelotas. ¿Tan poco equipaje sin pago extra permiten ya los vuelos de bajo coste que obliga a los turistas a ir en cueros cuando llegan a sus destinos? Y los que arrastran esas pesadas maletas de ruedecillas ruidosas, ¿qué llevan en ellas? ¿Medio centenar de camisetas de tirantes, de pantalones cortos o bañadores y de chanclas?

Otro misterio es el de la relación entre viaje y disfraz. En sus países muchas de estas criaturas no se visten (más bien se desnudan) así. ¿Por qué lo hacen cuando viajan? Supongo que por comodidad. Pero la educación siempre le ha puesto límites, reservando ciertas cómodas libertades al ámbito privado. Comportarse en público como se hace en privado no es naturalidad, es grosería. No confundamos las cosas como se hace desde que en el terrible final de los años 60 se decidió que la educación -en el sentido de cortesía y urbanidad- era represión impuesta por un grupo dominante y que la mala educación era la liberación igualitaria, olvidando que urbanidad viene de "urbanitas" (conjunto de normas cívicas) y esta de "urbs" (ciudad), y que no fue un invento caprichoso de los romanos, heredada de la sofrosine griega (moderación y autocontrol), sino una necesidad para hacer posible y amable la estrecha convivencia de miles de personas en las ciudades.

Pero en fin… El que paga manda y el cliente (que en este caso es el turista) siempre tiene razón. Y además, la mala educación que confunde la espontaneidad y la naturalidad con la grosería es una plaga global. Que para colmo de males en nuestro país ha tomado forma de fuerza política. Vean el vídeo Ahora empieza el mambo de la CUP (gracias a Dios no emitido en el formato "smell-O-vision" u olorvisión).

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