las claves

pilar Cernuda

Los grupos de acoso

Escraches. De Cospedal tenía razón cuando los equiparó: la metodología de los que acosan a personalidades políticas y empresariales es casi idéntica a la de los seguidores de Hitler

MARÍA Dolores de Cospedal no ha dudado en equipararlos con los nazis, y aunque le llovieron las críticas tenía razón la secretaría general del PP: la metodología de los que acosan a personalidades políticas -sobre todo del PP- y empresariales es muy parecida, por no decir idéntica, a la de los seguidores de Hitler, cuando señalaban con estrellas amarillas las viviendas, negocios o ropas de los judíos, y les seguían e insultaban por las calles.

Seguro que muchos de los que se suman a los grupos que protestan por la crisis, los desahucios, el paro o la falta de perspectivas de futuro lo hacen de buena fe. Pero es indudable que en esos grupos se han incrustado también personajes con biografía delictiva y antecedentes penales, antisistema que han ido en su protesta más allá de lo que marca la ley, y personajes que jamás han sufrido penalidades económicas, desahucios ni paro, y que apoyan la algarada por la algarada. Algunos incluso utilizan estos grupos para dar su particular salto a la fama y, quizá, a la política. En ese sentido son muy significativas las quejas de la líder y portavoz de la Plataforma de Afectados por las Hipotecas, Ada Colau, bien conocida por los mossos por su trayectoria de okupa y antisistema. Colau ha acusado a TVE de censura por haber anulado en el último momento su presencia en un debate al que había sido invitada, y es posible que los responsables de informativos efectivamente pensaran que iba a ser dura con el Gobierno y decidieran evitar su presencia, que ya habían recogido además sobradamente. Sin embargo la acusación a Antena 3 fue muy significativa: contaba Colau que había sido invitada a un programa durante varias semanas, y que ya no la llamaban más, signo inequívoco, según decía, de censura. Como si diera por hecho que tenía que ser contratada como tertuliana habitual …

El 12 de mayo se ha convocado en la madrileña Puerta del Sol una macromanifestación para conmemorar el segundo aniversario de la aparición del movimiento 15-M, que precisamente inició su andadura de manifestaciones y concentraciones en esa plaza, ocupada durante ocho o nueve semanas, y que provocó una cadena de concentraciones en plazas emblemáticas de distintas ciudades españolas. Concentraciones pacíficas, pero que con el tiempo tomaron otro cariz cuando esos grupos, el 15-M, el 15-S, o Democracia Real Ya, acabaron siendo finalmente instrumentalizados por movimientos que no descartaban la violencia y que despreciaron la organización que había dado origen a las concentraciones.

En Democracia Real Ya aparecieron algunos dirigentes que apuntaban maneras políticas, pero no llegaron a cuajar porque su trayectoria quedó empañada por las actuaciones violentas de quienes okuparon el grupo y se hicieron con él. Su protagonismo se fue diluyendo hasta que de nuevo saltó a primer plano un nuevo grupo, la PAH, que en un primer momento logró un alto respaldo social porque la causa que defendían era aparentemente justa: denunciar los abusos de los bancos con quienes a causa de la crisis no podían hacer frente a sus hipotecas, y se veían en la calle víctimas de un desahucio.

En estos dos años, desde que surgió el movimiento 15-M, el escenario ha ido cambiando de forma muy significativa. Las Fuerzas de Seguridad han encontrado un cúmulo de conexiones entre distintos grupos y plataformas, y diferencian perfectamente los que se mueven al margen de la ley y los que no tienen más interés que defender causas provocadas por la situación de crisis.

Izquierda Castellana es uno de los grupos que más inquieta. Su máxima dirigente es Doris Benegas, que reside en Valladolid y que estuvo muy ligada a Batasuna, hasta el punto de figurar en sus listas, al igual que su marido Luis Ocampo. Doris Benegas aparece como abogado de la PAH. Pero dentro de la PAH hay un sector absolutamente ajeno a la violencia y que abomina de los acosos o escraches, como se ha llamado a sus iniciativas de marcar con fotografías y carteles las viviendas de las personas que consideran indeseables, como hicieron los argentinos en los años 90 con las viviendas de los militares que habían colaborado con Videla en la guerra sucia y que fueron indultados. También es muy activo el grupo Bukaneros, que nació en torno a los seguidores del equipo Rayo Vallecano, y en el que la Policía ha detectado la presencia de miembros destacados de grupos antisistema, okupas y personas cercanas a Batasuna. Situación muy parecida a la que se vive en Corriente Roja, en principio circunscrita al ámbito universitario.

Algunos de estos grupos son escisión del 15-M, donde no se sentían cómodos porque en su origen el 15-M era un movimiento que abominaba de la violencia y sigue abominando de ella, pero quienes querían ir más lejos en sus reivindicaciones dejaron el 15-M para crear movimientos antisistema e incluso se dejaron asesorar por activistas extranjeros. Disponen de material peligroso para enfrentarse a las fuerzas del orden -explosivos, barras de hierro, bates, armas blancas- e incluso distribuyen entre sus seguidores manuales de fabricación de cócteles.

La Policía de distintas provincias cruza información sobre los activistas. Así se supo que Ada Colau y su marido habían participado años atrás en los asaltos de los consulados de Suiza y Francia, y en una manifestación en Sevilla durante una reunión de la Unión Europea, y que estaban vinculados al movimiento okupa. Varias personas pertenecientes a los círculos próximos a los grupos batasuneros vascos se encuentran en algunas de las plataformas más radicalizadas, y la Policía también han recibido quejas de grupos auténticamente pacíficos -más que pacifistas- que piden información sobre elementos perturbadores que se han infiltrado en sus filas.

Lo que más preocupa a las fuerzas de orden público es la facilidad con la que los antisistema se introducen en plataformas y grupos de distinta inquietud social. Por ejemplo, se les han detectado en los grupos que protestan por los cambios en las políticas educativas y sanitarias. Y lo más grave es que en varios casos han llegado a los niveles más altos de influencia. Incluso se han convertido en portavoces.

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