La ciudad y los días

Carlos Colón

ccolon@grupojoly.com

Una guerra antigua y nueva

Ésta es una guerra antigua y nueva entre el islamismo radical y los valores que Europa representa

Dieciocho horas antes de la matanza de Las Ramblas los islamistas preparaban un atentado aún más mortífero manipulando veinte bombonas de butano que explotaron accidentalmente, matando a dos terroristas e hiriendo a otro. El objetivo era hacerlas explosionar en Barcelona, cargándolas en la furgoneta que utilizaron para el atropello masivo. Ocho horas después de la matanza cinco islamistas, entre los que se encontraba el autor del atentado de Barcelona, intentaron perpetrar otra carnicería en Cambrills calcando el atentado del puente de Londres y el mercado de Borough: primero atropellando y después atacando con cuchillos, machetes y hachas. Afortunadamente, los Mossos lograron matarlos cuando abandonaron el vehículo tras herir a cinco personas y matar a una. Son héroes. Espero que los miserables distingan entre quienes matan legítimamente para defender las vidas de los ciudadanos y quienes asesinan inocentes. Sé lo que digo: en la noche del atentado un tertuliano miserable acusó a los poderes públicos de exagerar la amenaza terrorista islamista para recortar derechos y libertades.

El pasado 30 de julio una cuenta de Twitter asociada al Estado Islámico anunciaba: "Vamos a implantar el califato en España y vamos a recuperar nuestra tierra. Ataque inminente en Al Andalus. Si Dios quiere". Recuérdese que Al Andalus era toda la península invadida, Cataluña incluida. "Tan andalusí -escribe Dolors Bramon, profesora de Estudios Árabes e Islámicos- fue Barcelona como Tortosa, Tortosa como Córdoba y Lleida como Granada. Simplemente, unas lo fueron más años y otras, menos: Barcelona hasta el 801, Girona hasta el 878, Tortosa hasta el 1148 y Lleida hasta el 1149".

Esta es una guerra antigua y nueva entre el islamismo radical y los valores que Europa representa, contra sus fundamentos judeocristianos y grecorromanos, ilustrados y liberales. Como se escribía ayer en nuestro editorial: basta de debates estériles, sólo cabe la guerra sin cuartel. La más difícil porque el enemigo es global, difuso, con causa fanática pero sin territorio. Y está entre nosotros. Recuerdo el final de El agente secreto de Conrad: "Él no tenía futuro. Él lo desdeñaba. Él era una fuerza. Sus pensamientos acariciaban imágenes de ruina y destrucción. Caminaba insignificante, miserable… y terrible en el simplismo de su idea... Pasaba inadvertido y mortífero, como una peste, por la calle llena de gente".

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