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DERBI Joaquín lo apuesta todo al verde en el derbi

PASA LA VIDA

Juan Luis Pavón

La guerra de los fogones

LA cocina española está que arde y en la Hacienda La Boticaria han saltado chispas. Fue más fácil reunir a cenar a Gadafi y a Aznar que a las estrellas de los fogones con su colega Santi Santamaría, cuyos poderes son tres estrellas de Michelín. A la convención de cocineros que la multinacional hotelera Relais & Chateaux montó en Alcalá de Guadaíra, no acudieron Arzak y Berasategui para no verse con Santamaría, que acusa a Ferrán Adriá de ser un peligro para la salud. Hasta Oviedo llegaron las salpicaduras del rifirrafe, pues el jurado del Premio Príncipe de Asturias de las Artes hoy comienza a deliberar y votará, entre otras, la candidatura de Adriá, elevado al pedestal del arte.

Los chefs más reputados han alcanzado una condición de sumos sacerdotes que ninguna otra actividad profesional tiene en la actualidad. Taumaturgos del sabor, alquimistas de la textura, filósofos de la digestión. Pero a los apóstoles les ha salido un judas, Santi Santamaría. Dominado por la envidia, y no contento con la ración de fama y fortuna que le caía en suerte (tienen ya más caché que Antonio Gala pero aún menos que Carmen Martínez Bordiú), va a convertir en un best-seller su libro La cocina al desnudo, pues ha generado una gran expectación su denuncia sobre las sustancias químicas que dice que se utilizan para la pintiparada cocina de diseño. También tiene que atenerse él a las consecuencias, pues ya han salido reputados críticos gastronómicos acusándole de que en la cocina de su restaurante no se le ve el pelo.

Cuando se enfríe este menú picante y se consuma su salsa rosa (por una vez en su punto), será más fácil calibrar que hay famas sobredimensionadas y tonterías de tomo y lomo por la inercia mediática de fabricar mitos. Pero costará discutir que el laboratorio de ideas culinarias creado por Ferrán Adriá, llámese o no restaurante, y pónganse todos los reparos a la factura, es el banderín de enganche de una de tantas modernizaciones que le hacían falta a la España de charanga y pandereta.

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