La crónica económica

Joaquín Aurioles

La herencia económica de Bush

GUERRAS por finalizar, deudas por pagar y un país en crisis es lo que va a dejar George W. Bush como herencia a los norteamericanos y al resto del mundo, tras el próximo relevo presidencial. También va a dejar una moneda que en sus fracciones metálicas ya no vale ni lo que cuesta fabricarla, puesto que en estos momentos una moneda de un centavo, de cobre y zinc, cuesta fabricarla 1,7 centavos, mientras que la de cinco centavos, de cobre y níquel, cuesta 9,5 centavos. Es el tipo de cosas que lleva a J. Stiglitz a calificar de nefasta la gestión económica de la actual Administración norteamericana, junto con el irritante modelo fiscal que tanto ha favorecido a los ricos y perjudicado a las familias de renta media y el contraste entre el lamentable estado actual de la economía y la del año 2000, cuando tras una década de espectacular crecimiento de la productividad, y con la crisis instalada en el Japón y en las principales economías europeas, la norteamericana conseguía reforzar su posición de liderazgo internacional.

Son los argumentos que a finales del pasado año desgranaba el Premio Nóbel de Economía de 2001, que fue también el año en que George W. Bush llegaba a la Casa Blanca, en un artículo publicado en Vanity Fair, para sostener que, al menos desde el punto de vista de la economía, seguramente se trata del peor presidente norteamericano de la historia.

Realmente desconcierta comprobar como una economía tan potente resulta tan vulnerable a una perturbación tan localizada y predecible como la crisis de las hipotecas, aunque todo termina por encajar cuando se considera que el problema de fondo es mucho más complejo y que hay que considerar el amplio abanico de razones que, no sólo Stiglitz, sino también Greenspan y algunos otros, han apuntado recientemente como datos imprescindibles para una ajustada valoración de la situación. Está también, por ejemplo, la inflación, que podría finalizar 2008 en el entorno del 5%, o el desorbitado precio de las materias primas y de la energía, en parte auspiciado por la propia debilidad del dólar, y el encarecimiento de algunos bienes y servicios básicos, como los sanitarios, junto con el retroceso en las ayudas sociales a los más necesitados, pero lo peor de todo es la insistencia de la mayoría de los indicadores en que la situación puede empeorar considerablemente durante los próximos meses.

Ante estas perspectivas, calificar el estado de la economía como de "incertidumbre" durante el pasado discurso sobre el estado de la Unión puede aceptarse como una licencia del ambiente electoral que inunda el país, aunque bien pudiera estar señalando que la verdadera intención de la actual administración fuese mantener el tipo hasta las elecciones y traspasar el problema al futuro inquilino de la Casa Blanca. Es lo que se deduce, por ejemplo, del déficit fiscal cercano al 3% que contiene el avance de presupuestos para 2009, pero que podría ser todavía mayor si prospera la declarada pretensión de incrementar el compromiso de gasto militar en 600 mil millones de dólares o la necesidad de revisar a la baja la previsión de ingresos fiscales.

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