PREGUNTA complicada de responder y respuesta que acarrea indudables dosis de inquietud. ¿Serán capaces nuestros equipos en este penúltimo domingo de un infausto febrero deshacer los recientes entuertos? Chi lo sa. De nuevo, como en Granada y ante el Recre, juega el Betis a mediodía, que es el horario estrella de la categoría, y lo hace en Valladolid. Por su parte, el Sevilla también lo hace en horario distinguido para recibir al Hércules, a ese equipo que propiciaba hace una vuelta la destitución de Antonio Álvarez y la llegada de Gregorio Manzano, ese profesor que ya el primer día confirmó que no es el Mago de Oz.

Dicen en el Betis que ha habido conjura para salir de esa pesadilla que significa cuatro derrotas consecutivas. No sé si hubo conjura o no en el vestuario, pero ciertas declaraciones del que fuese ominoso okupa del club mueven a la duda. El tipo ha logrado un espacio de tirada nacional que difícilmente hubiese logrado a nivel doméstico, pero dice cosas que mueven a la duda. De estar convencido de la derrota en Villarreal el día después de que la Audiencia anunciase la liberación del Betis a proclamar un vergonzante 4 a 0 a favor de la Audiencia son detalles que invitan a tocarse la ropa, conque confiemos en que el tipo no se salga con la suya.

Por la tarde llega el Hércules a Nervión en medio de un tobogán de sensaciones encontradas. La dolorosa derrota del jueves está siendo digerida bajo el denominador del buen juego frente a los errores de siempre. ¿Primará ese buen juego sobre los dichosos errores? Esa es la cuestión, ¿San Antón o la Purísima Concepción? Escribía en otros papeles un insigne sevillista que urge asegurar la salvación como sea. No es para tanto, qué va a ser para tanto, pero hora es ya, señor Manzano, de que el equipo asimile algo de lo que ha debido imbuirle a lo largo de toda una vuelta. ¿Será hoy el punto de inflexión para regenerar el fútbol según Sevilla? He ahí la cuestión.