VAYA lo uno por lo otro. Para quitarle hierro al paro en España el presidente del Gobierno amplió el concepto de empleo: también los parados que siguen cursos de formación están trabajando y aportando riqueza al país. Para ponerle fuerza a una huelga general de dudoso éxito el secretario general de UGT-Andalucía ha ampliado el campo de los convocados: los abuelos deben de sumarse al 29-S dejando ese día de cuidar a sus nietos. Todo sea por la causa . Mejor dicho, por las causas, que en esta ocasión son distintas y distantes dentro de la antes conocida como la gran familia socialista.

De la guerra de papá a la huelga del abuelo. Manuel Pastrana, el líder ugetista andaluz, tal vez inquieto ante la posibilidad de que los trabajadores no secunden en masa el llamamiento a la huelga general, quiere que su hipotética abstención se vea compensada por la participación de quienes en su día fueron trabajadores y hoy dedican buena parte de su tiempo a atender a los hijos de sus hijos. También, que los piquetes informativos que con frecuencia provocan mayor efecto huelguístico que la voluntad individual de cada asalariado sean complementados por unos nuevos piquetes de jubilatas, cuya huelga de nietos abandonados por un día puede obligar a muchos padres y madres a no acudir al trabajo para poder dedicarse a cuidar de las criaturas privadas del sostén de yayos y yayas.

La extravagante propuesta de Pastrana no ha contado con el elemento principal de la cuestión, que es la opinión de los jubilados. Casi todos andan descontentos con sus pensiones y muchos estarían dispuestos a algún tipo de movilización -dentro de un orden- para reivindicar la mejora de las mismas o para solidarizarse con los adversarios de la reforma laboral, pero pocos, poquísimos, van a entender que su forma de protestar sea suspendiendo el cuidado de sus nietos y creando un problemón, no al Gobierno que recorta pensiones y facilita el despido, sino a los padres de esos nietos que aún conservan el empleo gracias al cual sobreviven a este tiempo desdichado.

Lo que hacen los jubilados con sus nietos no es un trabajo en el que se pueda holgar, sino una dedicación voluntaria, amorosamente aceptada, y que en muchos casos llena sus vidas. Si aceptan incluso que hijos, yernos y nueras abusen de su benevolencia y ternura encasquetándoles a los niños sin tasa ni límites, ¿cómo van a dejarlos en la estacada por un sindicato? En su caso no vale ni siquiera que se puedan acoger a los servicios mínimos que funcionan en cualquier huelga. Secundar la huelga del 29-S supondría que al designado para cubrir el servicio mínimo le tocara hacerse cargo de todos los niños de su bloque. Y tampoco es plan.

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